viernes, 29 de agosto de 2025

 Aimaajushi, los Guardianes Wayuu del Delta del Río Ranchería


Texto: Dayana Cuello, wayuu Epieyu

Fotografía: César Miguel

Los rayos del sol se filtran entre las hojas de los manglares que vuelven a levantarse al rescate de la vida natural. En la comunidad Wayuu El Pasito, al noroeste del Departamento de la Guajira, Riohacha, un grupo de familias de distintos eirrukus se ha organizado para dar nueva vida a los manglares que alguna vez estuvieron al borde la desaparición por la falta de conciencia a nivel social y comunitario. Lo que antes era un ecosistema debilitado por la falta de cultura ambiental, hoy es un espacio recuperado, gracias al compromiso de los llamados Guardianes de ambiente y paz del Distrito del Manejo Integral delta del rio Ranchería, “ aimaajushi”

La comunidad de El pasito, La comunidad de El pasito, perteneciente al Resguardo de la Media y Alta Guajira, con un territorio constituido en 150 hectáreas por los eirrukus ipuana, epinayu, epieyu, uriana, gouriyu, pushaina, jitnu, uraliyu, apshana, wouliyuu, jayaliyu, quienes tejiendo colectivamente, han logrado el resurgimiento de la vitalidad de la madre naturaleza. 

El tiempo con estilos de vida junto a la modernización con los residuos sólidos que contaminan a cada espacio verdoso, alcanzó a Pasito, pues la falta de sentido de pertenencia también dejó huellas como la tala indiscriminada, ecocidios a la fauna como la captura de gran escala de los cangrejos azules, se vio reflejado en el abandono y silenciosa pérdida de vida en una magnitud que sería irreparable con el paso del tiempo. Pero la memoria de la Madre Tierra, arraigada en los mayores, no dejó que el olvido triunfara y así nació la organización de los guardianes ambientales, un grupo que decidió reforestar, cuidar y enseñar que el equilibrio de la naturaleza es también el equilibrio de la comunidad.

Transición de cazadores a guardianes de ambiente y paz 

En esta comunidad “la vida y el progreso no se conciben sin la fuerza de la madre tierra” afirma José Vicente Cotes, autoridad tradicional del eirruku ipuana y memoria viva de este proceso, quien ha liderado el compromiso colectivo que hoy mantiene en pie el ecosistema de los manglares. El camino no fue sencillo, “antes, en el pasito cazábamos y talábamos para el sustento de la economía de nuestros hogares”, recuerda Cotes. Sin embargo, hace más de 14 años inició un proceso de transformación motivado por el sentido de pertenencia y la preocupación por las nuevas generaciones. “Si seguimos destruyendo, nuestros nietos no conocerán estos lugares ni los animales”, advirtió, consciente de la gravedad del daño ambiental que ya se hacía evidente.


En este recorrido, el acompañamiento de instituciones como Corpoguajira fue fundamental, a través de talleres y capacitaciones, los habitantes fortalecieron sus conocimientos sobre el cuidado de la naturaleza, lo que permitió consolidar el 22 de agosto de 2019 la conformación oficial de un grupo de 19 guardianes ambientales dedicados a la recuperación de los manglares, “actualmente también contamos con un incentivo por parte de Cerrejón para cuidar nuestro ambiente”, agrega Cotes, aunque insiste en que la verdadera motivación siempre ha sido el amor por la tierra.

Claudia, una de las primeras mujeres en ingresar como guardiana, recuerda los cambios en la dinámica familiar: “Nosotros crecimos con la mirada puesta en mamá y papá. Papá, Leon Alberto Cotes, trabajaba con el mar como pescador, mientras mamá, Cecilia, recolectaba caracoles, chipichipi y almejas. Después vino la caza de cangrejos, pero todo era artesanal, sin venenos. Hoy entendemos que lo que antes cazábamos, ahora debemos cuidarlo, los mangles, los cangrejos y todas las especies que habitan en este ecosistema”. Su incorporación fue un paso significativo, Claudia se convirtió en referente de que la protección ambiental también se construye desde las mujeres, “todo en el marco del respeto nos ha permitido avanzar en los proyectos y en la vida comunitaria”, asegura.

Olegario Pushaina, recuerda que gran parte de los mayores se dedicaban a la tala, “alrededor de una hectárea desapareció así”, lamenta. Sin embargo, fue su tío Vicente quien lo inspiró a convertirse en pionero de la defensa ambiental, “siempre nos enseñó que había que cuidar y preservar la Madre Tierra”, expresó.

El trabajo de reforestación comenzó con un vivero en Cangrejito en 2001, que más tarde se consolidó en un acuerdo comunitario, siendo declaradas como áreas protegidas, reconocidas mediante la Resolución 015 del 13 de noviembre de 2014, que abarcan 3.600 hectáreas en los municipios de Riohacha y Manaure, esta labor la realizan entre guardianes de Cangrejito, El Pasito y la Raya. Desde entonces, los guardianes identificaron seis objetos principales de conservación: los manglares, el bosque seco tropical, el bosque de galería, el cardenal guajiro, el cangrejo azul y la conservación cultural.

Gracias al fortalecimiento de la Fundación Aimajushi y la articulación con Corpoguajira y otros aliados, la comunidad de El Pasito se ha convertido en referente. “El Pasito es una de las doce comunidades identificadas y fortalecidas en el proyecto. Hemos desarrollado talleres de educación ambiental y hoy esta comunidad es un aliado estratégico en la conservación”, explicó Samuel Lanao Robles, director general de Corpoguajira, en una publicación del sitio web de la mencionada institución.

Alianza de pueblos indígenas

En esta comunidad se han llevado a cabo encuentros que han permitido fortalecer la alianza con los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, esta labor se articula con el Equipo de Conservación de la Amazonía (ACT), organización que promueve el liderazgo y la autonomía de los pueblos indígenas en la conservación de sus territorios y conocimientos ancestrales.

Al igual que los wayuu, los pueblos Arhuaco, Kogui, Wiwa y Kankuamo han defendido durante generaciones la naturaleza, visión que se respalda en el Decreto 1500 del 2018, el cual redefine el territorio ancestral de la Sierra Nevada de Santa Marta. Este espacio se reconoce dentro del sistema de lugares sagrados denominado “Línea Negra”, considerado un ámbito tradicional de especial protección por su valor espiritual, cultural y ambiental. 

En la comunidad de El Pasito se ubican cinco de esos puntos sagrados. En palabras de Enor Cotes, hijo de José Vicente Cotes y actual guardián ambiental, “en un encuentro de saberes con los pueblos de la Sierra, nos dijeron, nosotros cuidamos allá arriba y ustedes acá abajo”, como parte de esta alianza, se implementó un proyecto de 3.000 plántulas dentro de dichos puntos, donde también se realizan pagamentos espirituales en las áreas protegidas, especialmente en las zonas donde desemboca el río, con el fin de conservar y revitalizar el ecosistema.

La comunidad reafirma su papel como guardianes del pulmón del municipio de Riohacha, reconociendo que la sostenibilidad del territorio depende tanto de la conservación ambiental como de la unión entre pueblos. La alianza con los indígenas de la Sierra se convierte en un paso clave para seguir tejiendo resistencias colectivas frente a las amenazas de la contaminación ambiental.

 Las cayuqueras

El compromiso de la comunidad con la protección ambiental y cultural se evidencia en importantes logros, entre sus avances se destaca la recuperación de un brazo del río Ranchería y el desarrollo de un plan piloto denominado “Las cayuqueras”, en alianza con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), orientado a la restauración de los canales de mangle, gracias a este esfuerzo ya se han recuperado 1.1 km y se proyecta avanzar en 5 km más. Este proyecto, además de impulsar la conservación, busca promover el etnoturismo a través de paseos en lancha que combinan la sensibilización ambiental con el disfrute cultural, la experiencia también incluye un cierre simbólico del río, resultado de la contaminación, lo que genera conciencia sobre la urgencia de su recuperación. La comunidad proyecta en un futuro cercano poder reabrir este paso, como un signo de esperanza y continuidad en su compromiso por la vida y la madre tierra.

“Si no lo cuidamos nosotros, nadie va a hacerlo”, manifiesta Enor, dejando claro que este esfuerzo no es solo por El Pasito, sino por toda La Guajira. Así, entre raíces de mangle y voces de sabiduría, la comunidad wayuu reafirma su papel como guardianes del pulmón Guajiro. Así mismo, haciendo un llamado del cuidado de la naturaleza, pues no es una tarea exclusiva de unos pocos, sino una responsabilidad compartida, ya que no solo trabajan por su bienestar, sino también por el de toda la sociedad. 


 No solo es turismo, somos resiliencia 

“En la unión está la fuerza” sostuvo José Vicente Cotes del Eiruku Iipuana 

EL Pasito, una comunidad wayuu perteneciente al Distrito de Riohacha, se ubica a 5 minutos en transporte hasta el distrito y que además hace parte del resguardo de la Alta y Media de la Guajira Colombiana, es bañada por el agua que pasa del río ranchería y que conecta con el Río Pancho, en donde a pesar de su inclemente sol se forjan hombres y mujeres comprometidos a la protección del territorio dejando a un lado pero al mismo tiempo haciendo un llamado para solucionar problemáticas de dicho territorio  en donde se sigue implementando acciones positivas para el cuidado de la flora y fauna.

“Los dos ríos” comentó Jose Vicente Cotes, del eirruku Ipuana,  autoridad de El Pasito y miembro de la Guardia ambiental y de paz Aimaajüshi, refiriéndose al nombre que desde un principio tuvo dicho territorio, fue renombrado en la resolución 015 del 13 de noviembre del 2014 como “El pasito, territorio en donde llega un wayuu que hace cosas buenas para que a su paso deje huellas de positivas acciones” reafirmó el tío Vicente como le llaman de cariño, y que además ha llevado a cabo por más de 10 años el liderazgo de sus tierras en donde prevalecen los achonyuu (hijos del padre) quienes llevan el apoderamiento de mantener un espacio sano para la población, así como el comienzo cuando fueron 150 hectáreas divididas en 9 eirruku, los lipuana, Apushana, Girnu, Epinayu, Epieyu, Uliana y otros.

Entre más población, más escasez de trabajo

Se observa que El Pasito lo conforman “168 familias, 72 niños de 0 a 5 años, 114 niños de 6 a 12, 48 adolescentes de 13 a 18 años, logrando alcanzar casi un total de 582 pobladores, quienes necesitan cubrir sus necesidades económicas básicas, algo que no es tan fácil  debido al aumento poblacional a Io largo del tiempo, ya que no hay suficiente oportunidad de empleo para todos, pero se buscan estrategias de diferentes trabajo como artesanías propias del Wayuu, para responder esas necesidades ya que somos un espacio colectivo” resalta la profesora Claudia Cotes del eirruku Apushana quien forma parte del grupo Guardia ambiental y de paz, conformada por 19 guardianes, representantes de diferentes familias.

“Somos Wayuu y eso no significa que podamos vivir dignamente”

La falencia de servicios públicos en la comunidad es notable, a pesar de que se encuentra cerca del distrito, “tenemos derecho a sostener unos servicios básicos importantes, como el acceso al agua potable que hoy en día son servicios no muy buenos, porque a pesar de tener una alberca en el territorio es agua que no  llega en buenas condiciones,  además de que es un servicio que no tiene garantía porque no siempre está permanentemente” manifiesta la profesora Claudia, mientras relata lo que ocurre en su comunidad, añadiendo que “se hace lo posible para obtener lo que necesitamos, como el apoyo de los carro tanques, líderes territoriales, promotores de salud, trabajador social en incluso los docentes mejor dicho entre todos“ dando a entender que a pesar de las diferentes problemáticas cuentan con el recurso natural jawei, para el uso propio de lo comunidad.

Además Cotes recalcó que “los servicios de energía son insatisfechos ya que como comunidad crecimos, en comparación del año 90 cuando el terreno era menos poblado y hasta ahora ha venido incrementando, las casas aumentaron, las familias necesitan tener óptima energía para el uso contante de electrodomésticos, para realizar actividades por las noches sin ningún inconveniente” con esto da a entender que esperan posibles soluciones y que han tenido un avance no olvidando que es necesario solucionar las necesidades básicas sobre todo en el centro educativo El Pasito.

Otras maneras de ayudar al progreso

En la comunidad wayuu, no sólo se evidencia la venta de mochilas o en su efecto artesanías, aquí vemos una comunidad que busca la forma de poderse ayudar mutuamente “19 guardianes tenemos de la comunidad de la raya y cangrejito, quienes reciben un incentivo de al menos 500 mil pesos mensuales que ayudan a una sostenibilidad alimentaria, además la pesca artesanal, el pastoreo, el moto taxi informal y desde la kayukera, la venta de artesanías propias con diferentes preciosc como las mochilas que varían entre unos 100 a 120 mil pesos, además del turismo ecológico en donde se muestra de manera cuidadosa la naturaleza, el paisaje, teniendo en cuenta la preservación de un ecosistema equilibrado, con el miedo de que aumente el turismo masivo en nuestro territorio y que además se genere residuos solidos en nuestras tierras y pueda desequilibrar nuestros espacios” explico Cotes dando a entender que El Pasito es un territorio conocido como un referente turístico ecológico, ya que de ha sensibilizado a la comunidad para la protección de flora y fauna y se puede apreciar en un recorrido por los diferentes senderos del territorio.

Como parte del progreso en dicha comunidad, se habla de las necesidades que aunque no se ven, son necesarias para una educación digna para los niños, como en el Centro Etnoeducativo número 4 El Pasito, donde el Profesor Luis Erisander Cotes cumple su labor como Rector de dicho espacio en donde se forman una población estudiantil, según él, “entre las edades de 5 a 17 años, de 305 a 310 estudiantes, en tres sedes ubicadas en Cangrejito y vía Maicao, con una población de 15 docentes distribuidos en las tres sedes, 7 administrativos, y 3 operativos”.

También comentó que el centro educativo ha tenido un avance a lo largo de estos años ya que cuenta con “Internet, 9 salones en la principal, 1 sala telemática, 1 sala convencional en Cangrejito con una sala de uso multiple y tres no convencional en Maicao”, cuando en el principio solo habían apostado por la educación debajo de una enramada artesanal propia del pueblo Wayuu, y que a pesar de la mejora que se tenido sigue sumándose también las deficiencias dentro de la institución, tales como “La falta de agua continua, a veces llega el carro tanque, pero se tarda mucho, no podemos utilizar los aires acondicionados por la falta de cables además de la insuficiencia eléctrica que genera un desbalance en la educación que queremos mejorar, además de la falta de pago de las manipuladoras de alimentos, las estrategias de permanencias de contratos en cuanto al transporte y alimentación escolar siendo una de las más relevantes” añadió el rector de la institución educativa, quien espera junto a sus colegas poder recibir soluciones.

A pesar de los desafíos como la deficiencia de los servicios básicos, la comunidad ha demostrado ser resiliente e inquebrantable, “hemos creado un referente turístico ecológico, somos ejemplo de unión, para transformar la realidad en un cambio positivo para las nuevas generaciones y así poder lograr no solo un destino turístico sino un modelo de sostenibilidad para todos los habitantes” resalta Erisander confiando en que el futuro que les espero será mejor que el ayer.



La economía wayuu es la esencia del territorio 




En el Noroeste de la Guajira en la comunidad Pasito del Municipio de Riohacha territorio del eiruku ipuana, que se encuentra aproximadamente a 2 kilómetros del pueblo, se caracteriza por ser la primera comunidad que ha destacado en cuidar la madre naturaleza como Guardianes Ambientales en el departamento de la Guajira, Colombia. Sin embargo, la contaminación y la tala de los árboles, como si de un huracán se tratara, ha arrasado todo a su paso, incluso a la comunidad indígena la cual ha resistido por décadas en su intento de proteger sus riquezas naturales.

Según el Guardian Ambiental José Vicente Cotes, anteriormente la comunidad El Pasito era fértil, ofrecía bienestar a sus hijos y a los animales que habita en ella , principalmente en la pesca artesanal , la cría de ovejas y chivos que tienen un gran significado cultural, las artesanías como las mochilas y los chinchorros, una actividad económica que refleja fuerza, resistencia de la mujer wayuu. Las frutas silvestres eran los productos de consumo natural que nutrían a los niños y los demás miembros, no necesitaban de los alimentos foráneos, todos eran naturales, sin ningún químico, “yo me comía las iguarayas, es por eso que yo hablo fuerte pero siempre solidario con los demás” sostuvo Cotes.

Dentro del territorio hubo un caso discriminado como el envenenamiento de los cangrejos azules con bejuco y guineo, sólo en una noche muerieron unos 800 especímenes aproximadamente entre pequeños y adultos. No obstante, aún se ve las caza de los caracoles en tres comunidades como Buena Vista, Cangrejito y la Raya que en aquel tiempo los kilos del caracol oscilaban entre 8 a 10 mil pesos, hace más o menos 20 años atrás cuando todo estaban en bajo precio. 

Por los tantos daños a madre naturaleza los guardianes ambientales, asumieron la tarea de proteger el entorno, decidieron colocar orden dentro del territorio. “La madre naturaleza necesitaba respirar y ser tratada de buena manera sin maltratos, somos guardianes y velamos por el bienestar y el cuidado del territorio”. Manifestó Olegario Cotes, un guardián ambiental.

La economía en la actualidad es el pastoreo y las artesanías, la que sostiene el pan del día a día de la comunidad, a través de la técnica las mochilas wayuu por sus colores vibrantes y patrones únicos que representa la historia y la cosmovisión del pueblo, las tejedoras no solo crean objetos si no que transmite su cultura a través de su diseño. Mientras que el pastoreo ha sido una actividad de la mayoría de las familias en la cría de ovejas y cabras que al venderlos en el pueblo, el kilo de carne oscila entre 16 y 17 mil pesos, con eso se benefician y sostienen las familias, ya no están casi en la caza de los cangrejos azules porque los guardianes ambientales colocaron normas y reglas dentro del territorio.

“Gracias a unas capacitaciones que se dio a las familias, hoy se pueden cazar en dos épocas del año en mayo y finales del mes de septiembre, cuando empiezan las primeras semanas de lluvia los cangrejos comienzan a salirse y todos benefician”. Afirmó Enor Cotes.

 

jueves, 28 de agosto de 2025

 El Pasito, un cuadro vívido de unidad familiar y conexión con la tierra



No es solamente un territorio, es un legado.

15 de agosto 2025 en el corazón de La Guajira, donde el sol besa la tierra y el viento cuenta historias ancestrales, existe un lugar llamado El Pasito, ubicado en el distrito de Riohacha, un territorio que guarda en su memoria la clave de la unidad wayuu, un espacio que ha sido el escenario de la cuarta sesión de la escuela de comunicación wayuu, donde se abordó la temática de la organización social del pueblo wayuu. Este evento sitúa la rica historia y la resiliente estructura social de una comunidad profundamente arraigada en sus tradiciones ancestrales, pero que a su vez ha sabido adaptarse a los cambios del tiempo, el relato de sus habitantes pinta un cuadro vívido de cómo la unidad familiar, el respeto mutuo y la conexión con la tierra han sido pilares fundamentales para su supervivencia y desarrollo.

Orígenes y Asentamiento: La Llegada de los Pioneros 

La historia de El Pasito se remonta a muchos años atrás, cuando personas provenientes del norte de La Guajira iniciaron un proceso de transhumancia-onowa, buscando el buen vivir para sus animales, en aquel entonces el territorio de Pasito estaba deshabitado, sin asentamientos permanentes ni casas. El primer poblador destacado fue José Santiago Cotes Cúrvelo, un Wayuu del eirruku apushana, conocido en la comunidad por su oficio de destilador de chirrinchi, una bebida alcohólica tradicional.

José Santiago se enamoró de María Dominga, una mujer Ipuana, descendiente del territorio de Jurrula en Jalala, reconocida por su habilidad en la elaboración de cerámica wayuu en su  territorio, fue esta pareja pionera la que sentó las bases de la comunidad actual, tuvieron ocho hijos, cinco hombres y tres mujeres, aunque lamentablemente una de ellas falleció.

Sustento y Supervivencia

En sus inicios, la familia de José Santiago y María Dominga se sustentaba de las actividades económicas que ambos desarrollaban, María Dominga poseía una cantidad considerable de cabras, y la leche de sus animales era vendida en la ciudad de Riohacha, proporcionando el sustento para sus hijos, por su parte José Santiago como se le conocía continuó con la venta de chirrinchi.

La educación era un bien preciado que requería un pago para acceder a ella, ante esta realidad, los padres hicieron un gran esfuerzo para asegurar que sus hijos tuvieran oportunidades de estudio y progreso, la situación económica en esa época era favorable, caracterizada por la siembra, la abundancia de animales y la comercialización de leche, además de la disponibilidad de comida típica wayuu.

La sequía en Jalala, territorio ancestral de María Dominga, la motivó a buscar refugio en El Pasito junto a su madre. Esta migración atrajo también a sus tíos, quienes se enamoraron, se casaron y se establecieron en la comunidad, fortaleciendo así los lazos familiares y el crecimiento poblacional.

Liderazgo y Legado: La Continuidad de la Autoridad Familiar

Entre los ocho hermanos, José Vicente Cotes Ipuana, asumió el rol de ser  autoridad en El Pasito hasta la actualidad que es un legado de su padre, un territorio heredado a la familia Ipuana, hijos de José Santiago Cotes quienes actualmente están asentados allí, tienen su propio cementerio, consolidando así su arraigo permanente en la tierra, 

La familia también cuenta con un Jagüey llamado Redondo, este reservorio de agua es permanente, no se seca, y anteriormente la comunidad vivían de la siembra, Esta conexión con la tierra y sus recursos se mantiene  reafirmando su compromiso de no abandonar el territorio. “Es un legado que nos dejó nuestro padre, que pase lo que pase, siempre vamos a estar aquí en unidad, igualdad y armonía con nuestro achonlu-hijos paternos, así como lo hizo nuestro padre”, expresó José Vicente Cotes, subrayando la importancia de la continuidad del legado familiar.

Desde la perspectiva Wayuu, la organización social en Pasito es fundamental, abarcando desde las prácticas ancestrales hasta la actualidad. Si bien el tiempo ha traído cambios significativos, como la disminución de la siembra y la cantidad de animales, la comunidad ha sabido adaptarse. Actualmente El Pasito alberga a 782 personas, incluyendo a los achonlu, nietos y a todos los miembros de la familia, la unión , la armonía y el trabajo comunitario, heredados de generación en generación, siguen siendo los pilares de su organización social el respeto mutuo es un valor intrínseco a su convivencia. En la actualidad, El Pasito cuenta con una institución educativa y ha sido receptor de diversos proyectos, a los cuales la comunidad siempre ha abierto sus puertas, demostrando su disposición a avanzar y mejorar.

El Vínculo con la Tierra de Origen

María de las Nieves Cotes Ipuana, hermana mayor de José Vicente, comparte con una mezcla de nostalgia y determinación sus sentimientos sobre su pertenencia a Pasito, nacida en esta comunidad, pero recientemente visitó Jurrula, el territorio de origen de sus bisabuelos y donde su madre elaboraba cerámica, al ver ese lugar, sintió una profunda conexión, pero también la distancia del tiempo.

Sus hijos expresaron el deseo de conocer ese territorio, pero María de las Nieves considera que, al ser una persona mayor y habiendo fallecido su madre y tíos en El Pasito, es mejor que permanezcan allí. “Quedaremos acá para que voy a llevar mis hijos para un territorio que hace años no estamos allá y después las personas que hoy en día están allá les dirá mis nietos que no tienen territorio”, reflexiona su decisión de permanecer en El Pasito refuerza la idea de que el lugar de nacimiento y crecimiento, forjado en unidad, es su verdadero hogar.

La Voz de los hijos paternos Achonlu

Nubia Cotes Pushaina, una achonlu (hija paterna), también comparte sus experiencias, ella nació y creció allí junto a su familia paterna, quienes siempre han sido un apoyo constante en los momentos importantes de su vida, Reconoce la importancia de su territorio materno, pero su sentimiento de pertenencia es fuerte en El Pasito.

“Creo que en este territorio nos quedaremos porque nacimos acá”, afirma Nubia. A pesar de las problemáticas que han afectado a otras comunidades Wayuu, han logrado vivir en unión y paz trabajando mutuamente. Su mensaje para sus hijos es claro: que sigan el legado de sus ancestros y abuelos, que identifiquen a su familia tanto por el lado materno como paterno y que a pesar de estar en un centro etnoeducativo, mantengan siempre la esencia de ser Wayuu.

La comunidad de Pasito es un testimonio vivo de la fuerza de la organización social Wayuu, donde la historia, la tradición y la adaptación se entrelazan. El legado de José Santiago Cotes y María Dominga perdura en la unidad familiar, el respeto por la tierra y la constante búsqueda del buen vivir, la historia de Pasito es una lección de resiliencia y de cómo las comunidades pueden prosperar al honrar sus raíces mientras abrazan el futuro.

Escrito por Francheska Gómez Escuelante de la escuela de Comunicación Wayuu Jayariyu Farías Montiel 

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 Guardianes wayuu del río Ranchería, un reflejo de responsabilidad con las futuras generaciones




En la comunidad indígena wayuu El Pasito, ubicado en la jurisdicción de Riohacha, distrito capital del departamento de La Guajira, hacen vida 19 guardianes de ambienta y paz que se dedican a cuidar la flora y la fauna de este territorio.  Según cuentan los habitantes de esta comunidad, anteriormente la flora y la fauna se veían fuertemente afectadas, en especial diversas especies de aves como el cardenal guajiro, el turpial, así como el cangrejo azul, mientras que en cuanto a vegetación había tala de manglares, un daño al ecosistema que lo llevó al borde de su desaparición.

Ante esta situación, la comunidad reflexionó y decidió organizarse, mediante la Resolución 015 del 13 de noviembre de 2014, donde se designaron 162 hectáreas como áreas protegidas. A partir de esa organización y el liderazgo de sus autoridades, el 22 de agosto de 2019 se creó oficialmente la figura de los Guardianes Ambienta y Paz del Distrito de Manejo Integrado del Delta Río Ranchería, quienes desde entonces monitorean y protegen la biodiversidad de la zona.

José Vicente Cotes Ipuana, autoridad del Pasito y miembro de los guardianes expresó que hace varios años veía como estaban acabando las especies aves y árboles, “desde mis entrañas me hice una pregunta a mí mismo: ¿qué estamos haciendo? vi bastantes cangrejos azules que habían muerto envenenados con bejuco y guineo, solo para arrancarles las chelas o pinzas y comercializarlas en el mercado, además de la tala indiscriminada de manglares”.

Hasta que reflexionaron de la situación que estaba sucediendo en su territorio pensando en sus relevos generacionales, “nuestras futuras generaciones no las verán, y eso es muy triste, por eso pedimos ayuda a otras instituciones para capacitarnos en el cuidado del medio ambiente y la conservación de nuestras riquezas naturales, así fue como creamos a los guardianes ambientales a partir de ese conocimiento”, manifestó Vicente 

Actividades de los Guardianes Ambientales

Actualmente, los 19 guardianes ambientales cumplen con un compromiso de monitoreo constante de la flora y la fauna, Ennor Vicente Cotes Larrada, guardián ambiental  del DMI del Delta del río Ranchería, comentó, que desde 6:00 de la mañana salen hacer sus monitoreo en los diferentes lugares que corresponde a cada uno, “Durante el mes realizamos 5 monitoreos, dividiéndonos en cinco grupos de tres, manejamos tres formatos diferentes y contamos con aplicaciones como Timestamp y Avenza Maps, que nos ayudan en el control y vigilancia”.

 En transcurso de su recorrido en la flora visitan tres tipos de bosques, los de galería, los de manglar y el bosque seco tropical, “los bosques de galería, por ejemplo, monitoreamos árboles como la ceiba y el roble, midiendo su diámetro, estatura y cantidad; en la fauna, registramos aves, reptiles, anfibios y todo lo que encontramos en los senderos, el oso hormiguero lo vigilamos mediante sus huellas, en el caso del cangrejo azul, diferenciamos si es macho o hembra, así trabajamos en equipo para proteger nuestro territorio”, contó Larrada.

 Por otra parte cuenta con acompañamiento de Oenegés que le brindan capacitaciones y que está ejecutado proyectos, entre los que se cuentan Paisaje Rural, Corpoguajira, Acetax, wwf, PMA, Preservar y Cerrejón, esto son algunas que trabajan de la mano con los guardianes ambientales, “han cambiado la vida de las personas desde que nos organizamos como guardianes, la mayoría ya cuenta con un empleó gracias a las organizaciones que están desarrollando proyectos coMO la fundación WWF, hemos recuperado 5 hectáreas de siembra de mangles y con la fundación Preservar estamos sembrando 50 mil plantulas en Dibulla, Musichi y el Pasito . Asimismo con PMA está el proyecto de las Cayuqueras y la recuperación de las canales del brazo del río Ranchería” manifestó Ennor.

Además, resaltaron su entrega a esta gran labor de pasar a cazadores y pescadores a cuidadores del medio ambiente, en ese sentido, Olegario Cotes expresó, parte del equipo de guardianes de ambiente y paz, explicó: “durante todo este proceso hemos recuperado 12 hectáreas reforestando, por eso me inspira trabajar porque ya estoy viendo el fruto de nuestro esfuerzo, es un cambio total y seguiremos cuidando el medio ambiente”

La experiencia de los Guardianes Ambientales Wayuu del resguardo El Pasito demuestra que la organización comunitaria y el sentido de pertenencia son fundamentales para la defensa del territorio y la conservación de la biodiversidad. Gracias al compromiso de sus 19 integrantes, se ha logrado proteger especies emblemáticas como el cardenal guajiro, el turpial, el cangrejo azul y los manglares, que antes estaban en riesgo por la contaminación y la explotación indiscriminada.

Este proceso refleja no solo un esfuerzo ambiental, sino también un acto de resistencia cultural y de responsabilidad con las futuras generaciones wayuu, quienes heredarán un territorio más vivo y en equilibrio con la naturaleza.

Escrito por Ernestor Fernández

Escuelante de las Escuela de Comunicaciones del Pueblo Wayuu “Jayariyú Farías Montiel”


Un vínculo entre tradición y territorio en la comunidad delPasito




"La vida colectiva se rige por el respeto a las costumbres ancestrales y la autoridad de los mayores" José Vicente Cotes autoridad tradicional de la comunidad El Pasito 

Texto: Dilmaris Fernández

Fotografía: Robert García 

El pueblo wayuu se organiza en torno al respeto por sus costumbres, una estructura que se rige por el linaje materno dentro de la organización social, problemas entre clanes suelen surgir por disputas territoriales, un aspecto crucial en su proceso organizativo y forma de vida.

Para los wayuu la organización social nace desde el origen del mundo donde solo existían las primeras deidades de las cuales son descendientes ahora los wayuu, por esto la autoridad tradicional de los abuelos es vital para mantener la armonía, ya que son ellos quienes resuelven las disputas, a menudo causadas por el control de la tierra y los recursos.

 El Pasito, en Riohacha, es una comunidad wayuu ubicada en el Departamento de la Guajira colombiana. Participa en un proyecto de manejo del manglar y ecoturismo sostenible con 582 habitantes y 168 familias, siendo un ejemplo de autonomía gestionando sus asuntos de forma colectiva “la base de la educación de los niños y niñas se centra en la obediencia y la orientación desde temprana edad, donde a través del dialogo se les va inculcando los valores ancestrales” nos comentaba José Vicente Cotes, autoridad tradicional del territorio.

En la comunidad El Pasito, el eirükuu Ipuana es considerado el dueño ancestral del territorio, el cual heredó posteriormente a los apushana. Estos clanes, a su vez, están distribuidos en dos territorios y provienen de diferentes comunidades como Teshau, Okoliwou y Kashashimuna.

Además, aunque este eirükuu tiene una fuerte presencia en el territorio de Manaure, en la comunidad también conviven otros clanes, entre los que se encuentran los pushaina, uliana, jinnu, epieyuu, jayariyú, wouliyu y epinayu, lo que demuestra la complejidad de su estructura social.

 La comunidad se mantiene por un liderazgo tradicional representado por los ancianos que, a través de sus conocimientos y la palabra, transmiten los valores ancestrales a las nuevas generaciones, también existe el liderazgo por parte de los achoin (hijos de varones), como es el ejemplo de la figura de Claudia Cotes wayuu Pushaina que, a pesar de no pertenecer al linaje ancestral del territorio, contribuyen con su conocimiento profesional para abordar problemáticas como la ambiental.

"La autoridad tradicional, representada por los abuelos, desempeña un papel fundamental en la toma de decisiones, estas figuras herederas de los conocimientos ancestrales, son las encargadas del cuidado del territorio y de la transmisión de sus saberes", afirmó Vicente Cotes.

En este contexto, el liderazgo no siempre está ligado a la herencia ancestral como expresó la líder ambiental Claudia Cotes, el liderazgo no siempre depende de la pertenencia ancestral "A partir de mi preparación profesional fue llegar y aportar, teniendo en conocimiento no pertenecer a este territorio, pero estoy al frente del liderazgo ambiental ejerciendo la gobernanza desde el territorio y la autonomía."

A medida que las nuevas generaciones asimilan las enseñanzas de sus ancestros, se forjan las "semillas" que garantizarán el relevo generacional “entendemos que en cada territorio no es todo armonía, también se reflejan las diferencias, pero aquí podemos construir en medio de nuestra divergencia  a través del respeto que tenemos a la palabra de nuestros, mayores”, esto nos compartió Claudia quien con su mirada reflejaba la determinación y la convicción de sus palabras.

A ciencia cierta esto deja un interrogante de lo que pudiera pasar con la autonomía de los habitantes de el territorio del El Pasito, cuando los dueños ancestrales o los ancianos qué mantienen el equilibrio de igualdad y organización ya no esten presentes, "el territorio nos ha permitido, en cuanto a la organización social, tener participación de alguna manera, pero también estar inmersos en un territorio que es salvaguardado por un resguardo, esto nos permite distribuirnos de manera colectiva en el territorio", explicó Claudia en una entrevista concedida a la Escuela de Comunicaciones Wayuu.

Los conflictos wayuu se encuentran relacionados por la competencia o por el control de áreas del territorio entre grupos familiares, para la cultura wayuu los mecanismos de control territorial se basan en los principios de procedencia en la ocupación continua por parte de un grupo familiar y se manifiesta en los cementerios familiares, también se determina por la adyacencia y la subsistencia de cada Eirükuu. "Las familias tenemos una representatividad con los dueños ancestrales, lo que mantiene nuestra armonía, esto nos ha permitido coexistir dentro de la organización y el liderazgo. No desconocemos que, en este territorio, se nos ha dado un espacio de igualdad bajo una autonomía y unas directrices propias y por ello cada familia va asumiendo el pensamiento colectivo de permanecer y mantener el equilibrio que hoy en día llevamos los hijos en la comunidad", manifestó Cotes Pushaina.

Estas nuevas figuras continuarán fortaleciendo la identidad y la relación del pueblo wayuu con su entorno, "los valores wayuu esta ligadas a las características de cada territorio y eirükuu que son las generalidades de las interpretaciones sociales" estas fueron algunas de las palabras que compartía Luis Fuenmayor comunicador indígena del pueblo wayuu.

En la cultura wayuu a medida que las nuevas generaciones asimilan las enseñanzas de sus ancestros y la sabiduría de sus mayores, se forjan los líderes que mantendrán viva la llama de su identidad. La convivencia de múltiples eirükuu en El Pasito, lejos de ser un obstáculo, demuestra la capacidad de la comunidad para construir armonía en medio de la divergencia, gracias al profundo respeto por la palabra y las costumbres ancestrales.

El liderazgo dentro de este territorio se convierte en un faro que ilumina el camino para otros, mostrando que el arraigo a la tradición y la apertura a nuevas formas de conocimiento no solo pueden coexistir, sino que son fundamentales para la preservación de su legado en un mundo en constante cambio.

Las diferentes voces que se levantan desde el respeto y la igualdad invitan a reflexionar sobre la resiliencia y la adaptabilidad de un pueblo que, a través de la sabiduría de sus ancestros y la audacia de sus nuevas generaciones, se mantiene firme en la defensa de su territorio y su identidad. Nos enseña que el futuro de la comunidad del Pasito no está solo en la herencia de sus mayores, sino en la capacidad de sus hijos que hoy crecen y florecen para preservar la autonomía, el respeto y la coexistencia que definen su vida colectiva desde el sentir wayuu.