Aimaajushi, los Guardianes Wayuu del Delta del Río Ranchería
Texto: Dayana Cuello, wayuu Epieyu
Fotografía: César Miguel
Los rayos del sol se filtran entre las hojas de los manglares que vuelven a levantarse al rescate de la vida natural. En la comunidad Wayuu El Pasito, al noroeste del Departamento de la Guajira, Riohacha, un grupo de familias de distintos eirrukus se ha organizado para dar nueva vida a los manglares que alguna vez estuvieron al borde la desaparición por la falta de conciencia a nivel social y comunitario. Lo que antes era un ecosistema debilitado por la falta de cultura ambiental, hoy es un espacio recuperado, gracias al compromiso de los llamados Guardianes de ambiente y paz del Distrito del Manejo Integral delta del rio Ranchería, “ aimaajushi”
La comunidad de El pasito, La comunidad de El pasito, perteneciente al Resguardo de la Media y Alta Guajira, con un territorio constituido en 150 hectáreas por los eirrukus ipuana, epinayu, epieyu, uriana, gouriyu, pushaina, jitnu, uraliyu, apshana, wouliyuu, jayaliyu, quienes tejiendo colectivamente, han logrado el resurgimiento de la vitalidad de la madre naturaleza.
El tiempo con estilos de vida junto a la modernización con los residuos sólidos que contaminan a cada espacio verdoso, alcanzó a Pasito, pues la falta de sentido de pertenencia también dejó huellas como la tala indiscriminada, ecocidios a la fauna como la captura de gran escala de los cangrejos azules, se vio reflejado en el abandono y silenciosa pérdida de vida en una magnitud que sería irreparable con el paso del tiempo. Pero la memoria de la Madre Tierra, arraigada en los mayores, no dejó que el olvido triunfara y así nació la organización de los guardianes ambientales, un grupo que decidió reforestar, cuidar y enseñar que el equilibrio de la naturaleza es también el equilibrio de la comunidad.
Transición de cazadores a guardianes de ambiente y paz
En esta comunidad “la vida y el progreso no se conciben sin la fuerza de la madre tierra” afirma José Vicente Cotes, autoridad tradicional del eirruku ipuana y memoria viva de este proceso, quien ha liderado el compromiso colectivo que hoy mantiene en pie el ecosistema de los manglares. El camino no fue sencillo, “antes, en el pasito cazábamos y talábamos para el sustento de la economía de nuestros hogares”, recuerda Cotes. Sin embargo, hace más de 14 años inició un proceso de transformación motivado por el sentido de pertenencia y la preocupación por las nuevas generaciones. “Si seguimos destruyendo, nuestros nietos no conocerán estos lugares ni los animales”, advirtió, consciente de la gravedad del daño ambiental que ya se hacía evidente.
En este recorrido, el acompañamiento de instituciones como Corpoguajira fue fundamental, a través de talleres y capacitaciones, los habitantes fortalecieron sus conocimientos sobre el cuidado de la naturaleza, lo que permitió consolidar el 22 de agosto de 2019 la conformación oficial de un grupo de 19 guardianes ambientales dedicados a la recuperación de los manglares, “actualmente también contamos con un incentivo por parte de Cerrejón para cuidar nuestro ambiente”, agrega Cotes, aunque insiste en que la verdadera motivación siempre ha sido el amor por la tierra.
Claudia, una de las primeras mujeres en ingresar como guardiana, recuerda los cambios en la dinámica familiar: “Nosotros crecimos con la mirada puesta en mamá y papá. Papá, Leon Alberto Cotes, trabajaba con el mar como pescador, mientras mamá, Cecilia, recolectaba caracoles, chipichipi y almejas. Después vino la caza de cangrejos, pero todo era artesanal, sin venenos. Hoy entendemos que lo que antes cazábamos, ahora debemos cuidarlo, los mangles, los cangrejos y todas las especies que habitan en este ecosistema”. Su incorporación fue un paso significativo, Claudia se convirtió en referente de que la protección ambiental también se construye desde las mujeres, “todo en el marco del respeto nos ha permitido avanzar en los proyectos y en la vida comunitaria”, asegura.
Olegario Pushaina, recuerda que gran parte de los mayores se dedicaban a la tala, “alrededor de una hectárea desapareció así”, lamenta. Sin embargo, fue su tío Vicente quien lo inspiró a convertirse en pionero de la defensa ambiental, “siempre nos enseñó que había que cuidar y preservar la Madre Tierra”, expresó.
El trabajo de reforestación comenzó con un vivero en Cangrejito en 2001, que más tarde se consolidó en un acuerdo comunitario, siendo declaradas como áreas protegidas, reconocidas mediante la Resolución 015 del 13 de noviembre de 2014, que abarcan 3.600 hectáreas en los municipios de Riohacha y Manaure, esta labor la realizan entre guardianes de Cangrejito, El Pasito y la Raya. Desde entonces, los guardianes identificaron seis objetos principales de conservación: los manglares, el bosque seco tropical, el bosque de galería, el cardenal guajiro, el cangrejo azul y la conservación cultural.
Gracias al fortalecimiento de la Fundación Aimajushi y la articulación con Corpoguajira y otros aliados, la comunidad de El Pasito se ha convertido en referente. “El Pasito es una de las doce comunidades identificadas y fortalecidas en el proyecto. Hemos desarrollado talleres de educación ambiental y hoy esta comunidad es un aliado estratégico en la conservación”, explicó Samuel Lanao Robles, director general de Corpoguajira, en una publicación del sitio web de la mencionada institución.
Alianza de pueblos indígenas
En esta comunidad se han llevado a cabo encuentros que han permitido fortalecer la alianza con los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, esta labor se articula con el Equipo de Conservación de la Amazonía (ACT), organización que promueve el liderazgo y la autonomía de los pueblos indígenas en la conservación de sus territorios y conocimientos ancestrales.
Al igual que los wayuu, los pueblos Arhuaco, Kogui, Wiwa y Kankuamo han defendido durante generaciones la naturaleza, visión que se respalda en el Decreto 1500 del 2018, el cual redefine el territorio ancestral de la Sierra Nevada de Santa Marta. Este espacio se reconoce dentro del sistema de lugares sagrados denominado “Línea Negra”, considerado un ámbito tradicional de especial protección por su valor espiritual, cultural y ambiental.
En la comunidad de El Pasito se ubican cinco de esos puntos sagrados. En palabras de Enor Cotes, hijo de José Vicente Cotes y actual guardián ambiental, “en un encuentro de saberes con los pueblos de la Sierra, nos dijeron, nosotros cuidamos allá arriba y ustedes acá abajo”, como parte de esta alianza, se implementó un proyecto de 3.000 plántulas dentro de dichos puntos, donde también se realizan pagamentos espirituales en las áreas protegidas, especialmente en las zonas donde desemboca el río, con el fin de conservar y revitalizar el ecosistema.
La comunidad reafirma su papel como guardianes del pulmón del municipio de Riohacha, reconociendo que la sostenibilidad del territorio depende tanto de la conservación ambiental como de la unión entre pueblos. La alianza con los indígenas de la Sierra se convierte en un paso clave para seguir tejiendo resistencias colectivas frente a las amenazas de la contaminación ambiental.
Las cayuqueras
El compromiso de la comunidad con la protección ambiental y cultural se evidencia en importantes logros, entre sus avances se destaca la recuperación de un brazo del río Ranchería y el desarrollo de un plan piloto denominado “Las cayuqueras”, en alianza con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), orientado a la restauración de los canales de mangle, gracias a este esfuerzo ya se han recuperado 1.1 km y se proyecta avanzar en 5 km más. Este proyecto, además de impulsar la conservación, busca promover el etnoturismo a través de paseos en lancha que combinan la sensibilización ambiental con el disfrute cultural, la experiencia también incluye un cierre simbólico del río, resultado de la contaminación, lo que genera conciencia sobre la urgencia de su recuperación. La comunidad proyecta en un futuro cercano poder reabrir este paso, como un signo de esperanza y continuidad en su compromiso por la vida y la madre tierra.
“Si no lo cuidamos nosotros, nadie va a hacerlo”, manifiesta Enor, dejando claro que este esfuerzo no es solo por El Pasito, sino por toda La Guajira. Así, entre raíces de mangle y voces de sabiduría, la comunidad wayuu reafirma su papel como guardianes del pulmón Guajiro. Así mismo, haciendo un llamado del cuidado de la naturaleza, pues no es una tarea exclusiva de unos pocos, sino una responsabilidad compartida, ya que no solo trabajan por su bienestar, sino también por el de toda la sociedad.