El patrimonio familiar wayuu aplastado por las casas de empeño
Por Oriana Iguarán
La artesanía, las prendas y sus piezas son un tesoro cultural, un lenguaje de colores y figuras que trascienden generaciones. Sin embargo, este patrimonio se enfrenta a una cruda realidad económica que lo va fragmentando poco a poco, un fenómeno cada vez más común y doloroso. Ver cómo estas piezas que son el sustento de la mujer wayuu terminan devaluadas en el último eslabón de la cadena comercial: las casas de empeño.
Este tema no comienza en la puerta del prestamista, esto empieza desde hace tiempo atrás, por ejemplo, iniciaría a partir del regateo liderado por otras personas que compran el trabajo de esas mujeres al precio que ellos quieren, en vista de que las artesanas necesitan mantener a sus familias, aceptan y venden a bajo precios sus productos. Una artesana que ha dedicado su tiempo y hablamos de mucho tiempo al hacer una mochila o un chinchorro doble cara que podría llevarle más de tres meses de trabajo, no tiene otra opción más que aceptar ese negocio con tal de alimentar a su familia a pesar de que estos productos tienen un valor cultural que al final sólo se convierte en una mercancía más, haciendo que esto sea un ciclo de necesidad y oportunismo.
Cuando este tipo de piezas llega al mercado, cambia su valor tanto espiritual como económico ya que el comprador algunas veces desconoce su precio real y a menudo busca el precio más bajo, sin considerar la historia que viene detrás de cada pieza. La consecuencia es que el valor se rompe, dejando a esas mujeres artesanas sin los ingresos necesarios para vivir dignamente.
Por eso digo que cuando la necesidad es urgente, estos compradores suelen aprovecharse de la ocasión, llevando a las mujeres a que tomen la decisión de empeñar el arte que le ha costado hacer en su día a día, de nuevo entiendo que el arte no se devalúa por la calidad sino por la urgencia de quien la lleva.
En la casa de empeño, una mochila o una prenda deja de ser obra de arte para convertirse en una pieza cualquiera porque no se valora la historia del tejido, los símbolos de la etnia o el tiempo invertido.
Un día por ejemplo, caminando por las calles de Maicao veía una variedad de colores entre las vitrinas que me atrajeron a ellas, mientras más me acercaba observé que eran chinchorros a la venta en precios sumamente exagerados, nada que ver con el dinero que le dieron un día a una tía que empeñó su chinchorro grande que lo había heredado de su abuela de alto valor sentimental importante que en cuestión de minutos simplemente ella veía como lo pesaban, como lo examinaban de forma superficial y al final le ofrecieron una cifra que en la mayoría de los casos, es una fracción mínima de su valor original, entendiéndose como el precio de la urgencia.
Estas piezas de autonomía, de trabajo, de representación y orgullo, ahora son un acto de pérdida en la herencia simbólica, la vulnerabilidad, la pobreza y la desesperación de estas personas artesanas a quienes les devalúan sus trabajos convirtiéndolos en un tema normal de cada día.
¿Se podría acabar este ciclo algún día?
Al igual que las kakuna (prendas) son piedras preciosas que representan un valor fundamental, como almas que nos protegen en el andar y no solo define el estatus de las familias sino también es símbolo de elegancia que hoy en día se ha visto afectada a causa de su réplica, perdiendo la autenticidad y valor espiritual, cuando llegan a un lugar de compra y venta debido a la necesidad que la acompaña, no reconocen su valor y las transforman en piezas comunes ofreciéndolas en algo ¨más barato¨ y más fácil de obtener.
Para detener este ciclo, es crucial que, desde los intermediarios y consumidores, comprendamos el verdadero valor de estas piezas que no son un souvenir, más bien son patrimonios culturales importantes que representan familias indígenas quienes buscan seguir perviviendo mediante la labor de mujeres artesanas que preservan nuestra cultura milenaria a través de sus manos.
Es necesario educar a estos compradores para que entiendan el precio justo que debe tener cada artesanía o prenda, ¿se debe concientizar a toda la población acerca del propio valor de lo que es nuestro? La verdad sí es necesario que nosotros mismos entendamos lo auténtico y rechacemos las imitaciones baratas que han creado distorsión, confusión y desvalorización durante años.
Cuando compres una pieza wayuu, no sólo estas obteniendo un objeto, sino que estas contribuyendo en la preservación de una cultura de años y en la dignidad del trabajo de estas artesanas, por eso es tiempo de generar conciencia y preguntarte si acaso eres consciente de lo que estas comprando.