domingo, 24 de septiembre de 2017

Anerü tain, talapajapa naü - Mi paz es tener un lugar donde derramar mis lágrimas


Por, Eduvilia Uliana, Wayuu Uliiana/Escuela de comunicaciones del pueblo wayuu

En una tarde del mes de octubre del año 1997, unos desconocidos perturbaron la tranquilidad de Antonia Iipuana y de sus cinco hijas. Los desconocidos preguntaron por  Wilmer, su único hijo varón el cual tenía 18 años. Esa tarde comenzaron los temores de la familia que al amanecer se convirtieron  en preocupaciones y kasachiki (sucesos trágicos).

“Wilmer se alistó muy rápido y salió de la casa, se puso sus  botas de trabajar  en el cultivo y se fue. No quiso comer, era a las  8 de la mañana”. Antonia recuerda que ese día salió con la comida caliente para brindarle a Wilmer, pero él se fue afanado como si alguna fuerza superior  a su voluntad lo estuviera llamando.  A su madre aun le duele que no se haya despedido pero más le duele no saber de él desde aquel día… esa mañana desapareció.  - “Pareciera que un fuerte viento lo llevó a un lugar sin salidas”.

Su madre  Antonia lo espera y aún lo tiene presente en sus miedos y alegrías. A sus  70 años quiere encontrar el  cadáver para darle sepultura, para por lo  menos  tener un lugar donde derramar sus lágrimas. - “Yo decía entre mis llantos, clamando que me devuelvan a mi hijo, los Ko´ii (paracos) eran los únicos que rodeaban muy cerca de la casa, lloro todo el tiempo,  preguntándome  ¿qué le hicieron a mi hijo?”, - una pregunta que se hacen más de 84 mil familias colombianas, mientras buscan a sus desaparecidos.

Wilmer se convirtió en un número más de las cifras de desaparecidos del conflicto armado colombiano. En la sierra de Uuchou, por el Alto San Jorge, una vereda de Mingueo, corregimiento del Municipio de  Dibulla, donde además otras 36 familias también se suman  al número de víctimas de la huella paramilitar.

Los Ko´ii, aumentaron las amenazas. El asesinato de otros miembros de la comunidad de Uuchou, hicieron crecer los miedos, - “no quise salirme  de mi territorio, pasamos muchos sufrimientos, tampoco mi esposo se quería venir, pero por ver que desaparecieron a otros de la comunidad,  nos venimos, perdimos nuestro ganado, burros, caballos, mulas y mis corotos en la sierra de Uchouu”.

Para salvar su vida y la de los suyos recorrió 24 horas, unas a pie, otras en mulas y finalizó su trayecto en carro para llegar a la finca El Principio, hoy denominado comunidad indígena wayuu Wepiapa, - “mi esposo nos recogió de la sierra con nuestras hijas, estaba lloviendo fuerte, con rayos. En el carro nos acostamos para no ser vistos por los  Ko´ii porque nos sentíamos  perseguidos”. - Su último día en Uuchou fue de lágrimas, no sólo  perdió sus bienes, porque junto a su salida la vivienda que habitaba fue incendiada. Perdió su dignidad de mujer wayuu, perdió su sangre, perdió a su hijo.

Su esposo Manuel Amaya, que le acompañó en esta amarga experiencia y con quien recorrió selvas, ríos y ciudades buscando a su hijo,  se enfermó de cáncer  en la  columna y de próstata, pero el cáncer que lo consumió más rápido, fue  el sufrimiento de no saber sobre su hijo desaparecido, fue el cansancio de una búsqueda sin pistas que lo mató un año  después  de su  llegada a la comunidad de Wepiapa.

Antonia Ipuana, junto a su cuñada Aminta Jayaliyu, iniciaron un proceso  organizativo para que le reivindicaran  sus derechos colectivos como indígenas. - “Aquí vivo como wayuu que soy, de mis tejidos, cuando me mandan a hacer chinchorro, mochilas” y de apoco con muchos esfuerzo lograron que el estado dejara de llamar su asentamiento finca para denominarla Comunidad Wayuu Wepiapa.  

Sus temores siguen vivos y  con su voz nostálgica cuenta toda las veces el kasachiki que vivió. Tiene 30 nietos que protege  con sus conocimientos de medicina tradicional wayuu, afirma que no ha sido informada sobre el proceso de paz o las desmovilizaciones de los paracos - “no creo en eso,  no veo televisión, y ese temor que yo tengo esta clavado en mi para siempre”.

Las promesas gubernamentales enmarcadas en el proceso de paz con los paramilitares y en el actual contexto con la guerrila, pareciera que olvidaran el camino para reparar  los daños y las vivencias causadas a Antonia y a su familia. El proceso de paz lo teje ella misma cuando les enseña a sus nietos su ser wayuu, que el dolor y las desesperanzas te dan fuerzas para buscar la vida en lugares desconocidos.


Las esperanzas se incendiaron y las cenizas del recuerdo le permiten a Antonia desear que todos los hijos que salgan de sus casas a trabajar regresen a comerse la comida caliente, con que su madre les espera. Ese sueño lo reviven las exigencias que sus hijas, sobrinas y nietas tienen en sus reclamos para con el estado colombiano.

Yeiner, awateshi sünanjee wayuwaa - Yeiner, pedalea desde su ser wayuu


Yeiner Ojeda Amaya, mientras con los pies pedalea su bicicleta, con su boca esparce el wayuunaiki para afirmar que es miembro de una generación de wayuu-hablantes. El wayuunaiki  es idioma oficial del Departamento de la Guajira, es la lengua materna de los indígenas wayuu, pueblo más numeroso de Colombia.

Por, Ángel Bilches González, Wayuu Wouliyuu /Escuela de comunicaciones del pueblo wayuu

Pedalea la  bicicleta, su piel morena aun va mojada por el reciente baño del jagüey, en el rostro lleva impregnada su particular sonrisa, tiene cabello negro y rizado, con su apariencia de alijuna va al colegio. Es un niño indígena  que habita en Wepiapa,  la única  comunidad wayuu  del Municipio de Dibulla,  Departamento de La Guajira.

Son las seis y treinta  de la mañana, Yeiner Ojeda Amaya, en su bicicleta recorre 4 minutos desde su casa hasta la Escuela Wepiapa, trayecto que repite de  lunes a viernes.  A sus 10 años cursa el cuarto grado. Con fluidez habla wayuunaiki, español a la perfección y un poco de inglés.  Es un niño wayuu  trilingüe.

En la escuela aprende a hablar español, gracias a su profesora Luisa, que él reconoce como una  guía, también aprende  a sumar, a conocer el mapamundi, a leer cuentos y otras actividades que desarrolla con sus compañeros. Siempre tiene ganas de aprender cosas nuevas.

Al medio día, regresa a casa para reunirse con su familia, aquí el wayuunaiki es el idioma oficial.  Sus vivencias le permiten pensar que es necesario aprender varios idiomas para tener más conocimientos, “cuando sea grande seré un gran profesional pero sin dejar de hablar mi propia lengua, el wayuunaiki”. Tiene la seguridad de que si se aprende varios idiomas ejercerá una gran ventaja que lo hará crecer y promover un futuro con grandes oportunidades, hablar el wayuunaiki le garantiza la permanencia de su identidad wayuu.

Yeiner, es el reflejo de la resistencia de su comunidad y familia. Dibulla  es un municipio donde conviven mayoritariamente alijunas y  otros grupos indígenas como  los Wiwas, Arhuacos y Koguis que tienen sus asentamientos en la Sierra Nevada de Santa Marta, al sur del Departamento de la Guajira.

En esta parte de La Guajira es escasa la presencia de los wayuu, por su cercanía al magdalena. Yeiner a su corta edad y  con una seriedad admirable, reconoce la presencia de otros pueblos  indígenas, sabe que vive en un país multiétnico, “Hay Arhuacos que vienen acá, desde la sierra, ellos hablan su idioma, también quiero aprenderlo, pero no doy. Eso no significa que no quiero ser wayuu”.

Su familia, está marcada por el desplazamiento forzoso por grupos paramilitares. Obligados se desplazaron para asentarse en Wepiapa donde comienzan una nueva vida hace 11 años, “Si me dan la oportunidad de estudiar en otra parte lejos de mi tierra, de mi gente, seguiré hablando con orgullo mi wayuunaiki en medio de personas desconocidas”.

Rechaza algunos casos de niños y jóvenes que se avergüenzan de hablar su idioma y no comparte esa idea.  “A los niños que no hablan wayuunaiki digo que son creídos, solo los ignoro”. Tiene bien definido su posición frente a esta situación que se ha venido presentando en la cultura Wayuu, no solo en su territorio.

Un enfoque diferencial en el sistema de educación es la exigencia de esta comunidad, para fortalecer su idioma el Wayuunaiki y su identidad étnica a través de la escuela. Su exigencia la complementan con el ejercicio de su derecho a recibir una educación propia.

No debería representar una lucha si reconocieran  sus derechos colectivos, amparado por la constitución de la Republica de Colombia que manifiesta la existencia de la educación intercultural bilingüe y los programas de etnoeducación en los territorios indígenas, de igual manera  expresados en la ordenanza número 01 de 1992, que declara el wayuunaiki  lengua oficial del departamento de La Guajira.

Muy contrariamente a la realidad de Yeiner, las nuevas generaciones wayuu evidencian un  debilitamiento en el habla del wayuunaiki. El  60% de los jóvenes, emigran de sus territorios ancestrales a las ciudades, por lo que dejan el wayuunaiki y comienzan a usar el español, un gran porcentaje de ellos manifiestan vergüenza étnica. Mazula Torres, lingüista wayuu originaria del sector Walerü, afirma que  sólo quedan 2 generaciones wayuuhablantes y que hay una extinción lingüística.

Cuando la tarde se asoma entre los cerros de Wepiapa, las abuelas de esta comunidad continúan enseñando el wayuunaiki y exigiendo la oportunidad de ser wayuu para sus nietos. Según datos estadísticos la población total wayuu es de aproximadamente 400.000 individuos, de los cuales el 75% habla wayuunaiki.


El wayuunaiki, tal como la bicicleta de Yeiner necesita ser pedaleada, para mantenerse en el camino de la cultura y la identidad wayuu. 

Atulϋi lϋmaa - El tejedor de enramadas


Por, Paola Vangrieken, Wayuu Uliiana/Escuela de comunicaciones del pueblo wayuu

En 1991, la inspiración del  arte del tejido manual  atrajo a Jorge Ojeda Jayaliyu, quien con 17 años se subió a la enramada de su casa y comenzó a tejer el techo de palmas. Sus manos fueron pasando de un lado a otro mientras el  trenzado daba imágenes diferentes, parecía contagiado del virus tejedor de la araña, - “nadie me enseñó cómo hacer una enramada solamente me surgió”.

Desde ese entonces le bastó con que haya nacido con manos y la creatividad que le hace sentir un buen artesano, - “Todo lo que soy hoy en día es gracias a mi trabajo porque me ha ido bien y por los esfuerzo que hago para sacar a mi familia adelante, aunque no logré terminar ni la primaria debido a que éramos 24 hermanos y por eso el estudio fue una opción para algunos, y la opción mía fue la de valerme por mi mismo haciendo enramadas”.  

Una década después de esa primera inspiración, ya había techado la casa de la mayoría de sus vecinos, pero sobre todo la casa de sus hijos. Construir una enramada le toma un mes de trabajo, mientras corta las maderas y las palmas. El machete más que una herramienta de trabajo  es su compañero.

Su habilidad ayudó al desarrollo de la comunidad y sus enramadas encantan a los wayuu y a los alijunas. Tejer enramadas le permitió a Jorge Ojeda Jayaliyu,  conocer mucha gente, otras comunidades e incluso otros municipios y departamentos, - “la gente me empezó a reconocer por mi trabajo, me llegan muchos proyectos de diferentes partes como en Dibulla, Mingueo… de todas partes. Este es un trabajo que me sustenta económicamente y soy feliz haciéndolo”.

Tejer enramadas, hacen de Jorge,  un hombre de mucha espiritualidad, porque trabaja en relación con el sol, la lluvia y la luna: - “cuando el sol es muy caliente, no puedo trabajar porque se dañan las palmas, se marchitan y en poco tiempo se filtra la enramada, la hago cuando está nublado antes o después de la lluvia, si es de madrugada es mejor, la enramada durará más tiempo”.

Los contratos para hacer enramadas no son frecuentes por lo que combina la actividad artesanal con el trabajo de servicio de transporte público. En una camioneta de la familia transporta pasajeros desde Wepiapa hasta Maicao, por el camino va diseñando su próximo modelo habitacional wayuu.

Su labor como artesano lo perfilan como un líder de la comunidad, es el arquitecto oficial de Wepiapa, ha diseñado varios modelos de kioscos y casas, pero más allá de tejer enramadas, se ha destacado por incorporar a la juventud al mercado laboral, - “Para mi comunidad he aportado con mi trabajo, no trabajo sólo para mí, sino que invito a los jóvenes para que aprendan a construir enramadas, y mientras aprenden les pago como ayudantes. No les colaboro con dinero pero si hago que tenga un trabajo aprendido de las cosas que tenemos a la mano”.

En la cultura wayuu las enramadas son  sagradas  y es  parte de nuestra esencia como pueblo. La enramada es el altar de la palabra, bajo su sombra se expresa la solidaridad. La enramada  es el espacio consagrado para contar los sueños y tejer las susu. En ella desarrollamos la mayoría de nuestra vida social; es nuestra sala, nuestro comedor, nuestro dormitorio, es el lugar donde atendemos las visitas y hasta los velorios son desarrollados en este importante espacio de la comunidad.


Trabajar para Jorge significa techar las enramadas de sus familiares y vecinos, él está orgulloso de poder construir desde su habilidad la tranquilidad de muchos wayuu, alijunas que conviven en este Municipio.

Wepiapa y su lucha por una escuela propia


Por, Ana Rita Velazquez, Wayuu Iipuana / Escuela de Comunicaciones Wayuu

La comunidad wayuu de Wepiapa la cual tiene una población de 260 indígenas, lucha por una escuela  propia, que fortalezca sus identidad y sobre todo su idioma wayuunaiki, debido a que la actual opera como sede de un colegio del Municipio de Dibulla, por lo cual buscan el reconocimiento a su derecho a la educación con enfoque diferencial.  

Ismael Ojeda Jayaliyuu es maestro y cuenta que esta escuela funciona para armonizar el idioma wayuunaiki, - “queremos que todas nuestras areas sean aplicadas en wayuunaiki, más que una escuela para aprender es una escuela para proyectar líderes y profesionales que fortalezcan su vida y la de la comunidad”.

Ismael quien tiene título profesional de trabajador social  se ocupa de enseñar el inglés, el wayuunaiki y otras habilidades en los niños que aquí acuden, la meta de esta comunidad es que la escuela crezca y se convierta en un centro indígena. Crecer y convertirse en un centro etnoeductivo es un reto para esta escuela, pero también es un dilema porque necesitan entregar a la municipalidad la propiedad de las tierras que desde hace años ellos viene defendiendo como una propiedad colectiva de las familias wayuu que habitan la comunidad.


“La escuela desde hace unos años recibe apoyo de la empresa  Puerto Brisa. Tiene seis salones y le hace falta dos, no cuentan con trasporte ni alimentación solo unas meriendas”, - afirma Ismael Ojeda Jayaliyu.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Bajo la sombra de las Ceibas de Wepiapaa


En el manto bajo de La Sierra Nevada de Santa Marta, en plena carretera troncal del caribe, poco después de pasar la entrada a Dibulla y antes de Mingueo, se erigen desde las entrañas de la tierra decenas de imponentes árboles de ceiba que dan sombra a Wepiapaa, comunidad que es la puerta de bienvenida al Territorio Wayuu desde  este otro extremo del sur de La Guajira.

Las historias que despliega la memoria de Wepiapaa suben y bajan emociones como si se tratara de andar por los caminos que identifican su terreno de pequeñas lomas en las que en cada pico hay una casa y una vivencia diferente, en las que además de hablar de educación, la lucha por mantener el idioma, los procesos juveniles y los impactos de la guerra sobre sus familias, se percibe un ambiente de optimismo por parte de las mujeres del clan Jayariyuu, sobre quienes reposa la responsabilidad de la armonía y la paz que representa esta comunidad.

“Ha sido muy importante su visita a nuestra comunidad, hemos aprendido mucho de ustedes cosas que son necesarias para que nuestros jóvenes también apliquen aquí en la comunidad” – comentaba sosteniendo una mirada y sonrisa agradable la Autoridad Tradicional Manuel Jayariyuu, tío de Arelys Jayariyu – Líder y Docente que también aportó con su palabra diciendo: - “Este trabajo también es importante para nuestros niños, que vean cosas nuevas y conozcan más de su cultura para que aprendan más de ella, porque debido a que somos una comunidad relativamente apartada, estamos en contacto con otras culturas en las que debemos esforzarnos por mantener la nuestra también”.


Como su nombre lo indica en wayuunaiki, Wepiapaa resultó ser Nuestra Casa durante 4 días en los que el baño en los jaguëyes, el recorrido por sus estrechos caminitos, el ruido constante de los carros y la agradable sonrisa de su gente, resultaron ser una mezcla de emociones que nutren la experiencia de La Escuela, la cual alimentó el pensamiento y el espíritu bajo la sombra de las imponentes ceibas que dan la bienvenida a nuestro territorio.

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Las presentes actividades se hacen con el acompañamiento y respaldo de UNESCO , Cancilleria Colombiana, APC - Colombia y Ministerio de Cultura.

Video - Crónica de Nazaret


martes, 5 de septiembre de 2017

Relatos radiales de Makuira y Los Abuelos Wayuu




4 Lecturas de Nazareth - Zona Norte Extrema de La Alta Guajira

Marcos Jayaliyu - Putchiput  wűinpejewoi
El Palabrero de la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira


Por, Eduvilia Uliiana - wayuu del clan Uliiana
Escuela de comunicaciones del pueblo Wayuu

El wararat, el celular y  la palabra. Son  las herramientas de trabajo de Marcos  Jayariyu. Un putchiput wayuu de 58  años de edad, con amplia  experiencia en la resolución de conflictos. Representante de sus sobrinos y demás miembros de su  clan Jayaliyu. Es  consejero territorial  de la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira.

Nació en marzo de 1959,  su niñez estuvo marcada por la preocupación de su madre “mi madre le decía a mi padre, pobre de nuestros hijos que no serán  respetados, porque nosotros no hemos sido  buenos ejemplos para ellos”. Cada madrugada la conversación se repetía, tanto que se quedó grabada en su mente y la expresa en su fuerte carácter. Su objetivo de vida es  construir para él y   para su clan el respeto wayuu.

Sus enérgicas palabras  anuncian el pensamiento de un wayuu “un wayuu es rico cuando es Kamaneshi (Amable), akaalijai (Solidario) y anoutui pűtchi (orientador de palabras) que  resuelve conflictos (anaatui kasachiki) “con ese sentir desde muy joven se perfiló como el líder la familia y comunidad.

Para finales de la década de los 90 afronta con dureza la fuerte situación de inseguridad que se propagó en La Guajira,  por la presencia de grupos paramilitares. Para el año 1998, en asamblea general de autoridades fue  nombrado consejero territorial de la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira cargo que aun ocupa.

A 7 horas de Uribía, la capital indígena de Colombia, en una zona de difícil acceso y con poca oportunidad de estudió,  se atribuyó un liderazgo recocido por su generación y las que le siguen. Su formación política desde el pensamiento wayuu le permitieron romper la directriz de velar por su clan para velar por todos los clanes que conviven en la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira. 
“Yo soy autoridad tradicional independiente, yo no estoy asociado con ninguna  organización, a mí me gusta que me respeten, porque no le falto respeto a nadie, los que quieren provocarme  y que con arma, solo le digo que lo Guarde”,  con su voz potente afirma Marcos Jayaliyu.

Participa en la junta mayor de palabreros. Y acompaña en la consolidación un enfoque diferencial a la salud de Colombia a las  empresas presentadoras de salud (EPS) Dusakawi y Anas Wayuu, por sus extensos saberes sobre los tratamientos médicos wayuu.

Su  nombre se fue esparciendo como si la brisa lo presentara por cada enramada de la Guajira. Marcos Jayariyu, es la  Autoridad tradicional más reconocida  de la  población wayuu.  Su sombrero arropa la inteligencia que conserva  en su cabeza, con las waireñas puestas y con la firmeza y seguridad que lo caracteriza  trabaja todos los días para acordar la paz entre los wayuu. “Yo no sé leer ni escribir, pero ningún ministro me gana hablando, entiendo todo, porque yo tengo ojos y oídos,  y a mí me dicen Marcos tu si sabes hablar, y yo siempre digo que el aliijuna no es superior que yo,  somos iguales”.
En el 2016 participó  en el encuentro de autoridades tradicionales  de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) en Silvania Cundinamarca, convocado por  el ministerio del interior.  Marcos Jayaliyu  es un hombre sembrador de la armonía y  la tranquilidad en el país.  Su experiencia comunitaria le  atribuye el respeto por el que tanto temió no inculcar su madre.

Cada mañana Marcos Jayaliyu , sale con su wararat  como señal  de que lleva la palabra, que ahora puede anunciar por su pequeño pero activo celular.

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Jujunula Makuira,  Machon yootulű
Ecos de la Makuira,  la abuela consejera


Por, Ana Rita Velázquez y Judith González /wayuu del clan Ipuana
Escuela de comunicaciones del pueblo wayuu

Hace 10 años en Nazaret, se consolidó una experiencia radiofónica que les dio voz a los pobladores de la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira, a  través de la lucha organizativa de las autoridades Tradicionales de esta zona de la Alta Guajira Municipio de Uribía, conglomerados en la organización Wayuu Araurayu con el apoyo de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

“Cuando escucho la radio se me engrandece el alma porque escucho los relatos del ser wayuu, que hoy en día la juventud no quiere valorar y están dejando perder nuestras costumbres”  recuerda el señor José Sapuana,  habitante del  corregimiento de Nazaret, y es oyente de la emisora Ecos de la Makuira ubicada en este corregimiento.

Jujunula Makuira 90.2 FM (Ecos de la Makuira),  es la frecuencia  de la estación radial que recoge  el sentir de las autoridades tradicionales, de los docentes, los jóvenes, mujeres  y niños wayuu. Con talleres de producción, cobertura y programación  reunieron un equipo de jóvenes wayuu conformado por Darwin Castañeda, José Leonardo Uriana, Azael García, José Abelardo González y Alexander González González al servicio de la comunicación de los pobladores de Nazaret.  Este personal voluntario se ha formado en diferentes talleres en la Universidad de la Sabana, con  el Ministerio de Cultura y   el Ministerio de Tecnología de la información y comunicación,  conocieron la experiencia de Tejido de Comunicación del Cauca, entre otros.


“La emisora es como nuestra abuela que nos educan, nos aconseja “es la definición que   María de Transito Iguaran tiene de Ecos de la Makuira, la radio que ella dirige desde hace 3 años, “Nuestros oyentes reportan perdidas de documentos, placas de motos, vehículos o rebaños extraviados, así a los pocos minutos la tranquilidad vuelve a esa familia al recibir una buen respuesta sobre sus animales y objetos. Por la radio también se convocaban las comunidades a las asambleas comunitarias y hasta suelen asistir cientos de personas. Es la emisora un ente que motiva a los jóvenes a hablar en wayuunaiki. Aquí no devengamos sueldo, aquí lo hacemos de corazón”, afirma emocionada.

Esta radio ha permitido la unión  y fortalecimiento  del espíritu de lucha en la conformación y socialización de la primera Entidad Indígena Territorial en el Departamento de la Guajira, una apuesta de las autoridades tradicionales con la que exigen ejercer mayor autonomía dentro de su territorio.  De igual manera  ha extendido espacios de identidad entre la población más joven,  ha permitido  que las comunidades accedan a  los programas de educación y salud por que les informa y les forma sobre ellos.

La relevancia de la trayectoria de esta emisora, que retumba como el kasha en 80 km a la redonda, esparciendo su señal a los corregimientos de Siapana, Puerto López, Castillete, Tawaira, Puerto Estrella y Punta Espada del Municipio de Uribía.  Comunidades de difícil acceso y si señal telefónica, conquistaron  a esta trabajadora social  que sin  haber estudiado comunicación, es una comunicadora que emprende una tenaz meta de mantener al aire esta emisora. Tachi, como popularmente apodan a María Transito Iguaran, vive entre proyectos, equipos radiofónicos y  reuniones  en las comunidades.

La instalación de un sistema eléctrico solar  con el apoyo OXFAM, que le permite a la radio tener electricidad las 24 horas del día, llenaron de nuevos retos la mochila de Tachi, ella sueña con que haya un receptor de baterías en cada enramada wayuu, así sus esfuerzos  llegarían a la tejedora, al pastor mientras cuida de su rebaño, viajaría con los trasportistas,  acompañaría al abuelo que siembra con la primera lluvia,  acompañaría cada escuela y a cada maestra.

María del Transito Iguaran es una soñadora  de la comunicación, es una  líder wayuu del eiruku Uliana, originaria de Palisiwo’u con asentamiento en el corregimiento de Waletpa’a muy cerca de Nazaret.  “hemos gestionado algunos receptores para sortear entre los oyentes, pero la idea es que cada familia tenga un equipo en casa para que pueda informarse sobre lo que pasa en los diferentes corregimientos que abarca la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira, sepan que pasa en Riohacha, es un derecho de ellos estar informados”.

Desde hace 7 meses,  un problema técnico apagó la voz de Ecos de la Makuira, ya no se escuchan las historias sagradas ,  ni el jayeechi  (género musical wayuu),  las noticias  y las informaciones no llegan, los documentos y rebaños extraviados no hay donde reportarlos .  “Necesitamos adquirir un nuevo trasmisor, hemos hecho varias  gestiones y tenemos la ilusión de que volveremos a trasmitir nuestra voz por esta radio”, afirma esperanzada  la comunicadora wayuu.

Jujunula Makuira, ecos de la Makuira es una abuela  con muchos consejos,  y con el espíritu vivo de trasmitir sus saberes y  contar lo que pasa a diario, es una abuela  por la que Tachi y un puño de jóvenes  luchan  para que  no se apague. Es una abuela que teje  la experiencia de comunicación indígena desde el territorio wayuu.

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Uwomu, sûlia anaa
Uwoumu, Una fibra de vida


Por Ángel Bilches González,  Wayuu Wouliyuu
Escuela de Comunicaciones del Pueblo Wayuu

Es reconocido como uno de los  artesanos innatos en el Departamento de La Guajira.Francisco Suarez Uraliyu, es un artífice en la elaboración de Uwoma (sombreros), es natural de Nazaret, Zona Norte Extrema de la Alta Guajira, vive en monterrey, una pequeña comunidad que comparte con su familia.  Bajo su enramada está sentado rodeado por rollos de palmas. Mientras conversa,   toma sorbo a sorbo una taza de café.  Su edad fue inventada, en su cedula tiene 62 años con una altura medio, no tiene hijos.

Elabora sombreros  como lo hace desde que es un niño,  para resaltar esa habilidad que infundió en el  su tío.  El primer contacto que tuvo con la materia prima es un sembradío de palmas que funciona como ornamento de la casa  de su padre, un anciano de 100 años que vive en la serranía de la Makuira.

Mientras trenza las palmas para hacer el sombrero de este día, relata que está dotado de conocimientos, de historias y tiene una gran reseña en la elaboración de los sombreros, donde se oculta grandes sucesos. Transmite ésta práctica para sus sobrinos ya que no pudo tener hijos. Siempre les dice lo mismo que le dijo su padre “la riqueza del hombre wayuu es trabajar. Robar, sale más caro”.

El Uwoma, sombrero es sinónimo del fresco en la cabeza, capturando el frio del viento. El wayuu lo utiliza para el  pastoreo, celebraciones, encuentros y velorios. Tiene una gran relevancia para el sostenimiento de las tradiciones culturales y el mantenimiento del sustento familiar que se ha heredado de generación en generación.

Francisco Suarez Uraliyu, pasó la niñez con la tutoría de su tío, porque su padre así lo dispuso, él acató su orden para honrar el valor de la palabra de los alaulayu (mayores de edad).  De su vida recuerda que siempre ha hecho sombreros. Hace unos años el tueque fue de uwoma por chivos, arroz, panela y otras comidas, era su realidad, vio llegar la moneda y la aprendió a usar. Viajaba en burro por días para comercializarla.  Es el trabajo que sostiene económicamente  la familia.

Este artesano wayuu, creció junto con el mercado de los sombreros. En Venezuela y Colombia.   La actividad comercial de los sombreros es una economía binacional, nace  en Arrukuisat, territorio de los indígenas yukpa, en la serranía de Perijá en el Estado Zulia- Venezuela, donde crece en abundancia la materia prima y es permanentemente.

“Es una palma que se arranca desde la raíz, no se corta. Las mujeres Yukpa tienen esa facilidad de sacarlo que me sorprendía”.El intercambio cultural lo alimentó de experiencias que años tras año le sembraron el arraigo a su tierra y a su trabajo, tejer uwoma.  En su recorrido desde Nazaret lugar del origen de los clanes, pasar por el mercado de Los Filuos y Maracaibo para llegar finalmente a la Sierra de Perija y volver para bajar a Uribía y Maicao, conoció a muchos  wayuu , a otros wayuu citadinos, algunos alijunas y a los yukpas, con quien intercambio sombreros y  ovejos por palmas.   Muchos de sus familiares se quedaron en la serranía de Perijá.

A sus 62 años, espera que la palma llegue a sus manos. La compra a los transportistas que llegan a Nazaret, Zona norte Extrema de la Alta Guajira,  para seguir tejiendo su sustento económico. Él no tiene pasajes para ir a buscarla,  el alto colesterol en su cuerpo agrede su salud por lo que  evita caminar.

Tiene la gran satisfacción de que sean muchos los jóvenes que hoy  tejen sombreros wayuu. Sus 2 sobrinos son los herederos de su habilidad y sapiencia. Él sólo espera seguir haciendo sombreros, cuidar sus ovejos, pero sobre todo volver a su tierra natal, esa comunidad que cuida su padre  para él, esa comunidad que está a los pies de las  montañas donde anhela regresar algún día cuando haya fallecido

Por día hace un sombrero, que comercializa en su propia casa o por pedidos.  Le parece innovador que las mujeres también tejan este atuendo que antes era una actividad sólo para ser ejercida por el hombre.   Con el sombrero las mujeres wayuu realzan su belleza, en donde genera impacto y su presencia se hace más llamativo.

El arte de tejer el sombre es un trabajo económico. Realza un conocimiento ancestral que ha pasado de generación en generación, son miles de manos las que han tejido la historia del Uwoma Wayuu.  Este  fenómeno de los negocios  también ha explotado a los indígenas ofreciéndoles una miseria por su trabajo,  para ser revendida por terceros   para conseguir beneficios propios.

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Teiruku Uraliyu
Mi clan Uraliyu


Por, Emma Saurith,  Wayuu Uraliyu
Escuela de Comunicaciones del Pueblo Wayuu.

De mi abuela paterna heredé mi nombre y de mis abuelos maternos heredé una confusión.  Ese abuelo materno era Kakuamo y además era Mamo, lo cual pesa mucho culturalmente para este pueblo. De mi abuela, hoy ostento el Clan Uraliyu, siendo esta mi confusión: ¿Soy Kamkuama o soy Wayuu?

Mi nombre es Ema Saurith Uraliyu. A mis nueve años, lo único que sabía sobre los Wayuu era que usaban mantas y bailaban la chichamaya, como creía que se llamaba el baile tradicional. Siendo esas pequeñas cosas las que aprendí en un colegio entnoeducativo del Municipio de Barrancas donde estudié, cosas que debí aprender en mi hogar.

Hoy, a mis 20 años, llego a la Macuira en Nazaret, Zona Norte Extrema de la Alta Guajira conocido como el origen de todos los Eiruku, no traigo conocimiento sobre mi clan, no sé de donde provengo, ni de donde nació mi apellido.

Y como cosas del destino en esta etapa de mi vida, he llego aquí precisamente a la casa de la señora Irligia Leal Uraliyu. Me hizo sentir que ser Wayuu es ser diferente y tener  identidad cultural. Que Uraliyu es más que un apellido, es tu esencia, es más que sangre que corre por las venas, es una sensación que te atrae y te atrapa a un territorio, es saber quién eres, de dónde vienes y para dónde vas. Todo esto lo aprendí con el pasar de tan solo unas cuantas horas.

Al amanecer, agarre mi mochila cargada de preguntas y ansias de aprender. En mí recorrido por el pueblo  de Nazaret, conocí a la señora Irma Beatriz Iguarán Uraliyu de 81 años, con ella descubrí que los Uraliyu son guardianes del territorio. La historia afirma que  hace años , mi grupo clanil se apoderó de un territorio baldío que hoy se encuentra repartido en 42 comunidades a lo largo y ancho de Zona Norte Extrema de la Alta Guajira entre ellos; Pachipachi, Ruwayapo, kolokoloin, ishatu, tatkiwou, jununtou, entre otros.

Mientras tomaba café me contó que Karot y Polompolo, es el lugar donde reposan los cuerpos de nuestros abuelos. Con voz clara y su fluido español me revela que mi clan lo representa un animal, el cascabel. Aun con acceso a computador e internet nunca había sentido tanta cercanía con el  conocimiento y el saber.


Durante la noche, mientras me dejo mecer por la brisa que golpea mi chinchorro, comprendo la importancia que tienen nuestros  abuelos en el  crecimiento cultural de la  niñez wayuu. Quizás mi hija no tenga la misma oportunidad de venir a conocer su identidad, tampoco una abuela que le enseñe, por eso hoy desde este lugar,  reafirmo  mi compromiso como mujer del  clan Uraliyu, enseñarle que ella es wayuu, porque es hija de una mujer wayuu.