“Laulasü taya tamuiwa, tü ichii takochiraka tamüinsü”
“Yo era mi propia jefe, la sal que yo sacaba era mío
no de otros”
Por, Ángel Bilches González, wayuu Wouliyuu / Escuela de
comunicaciones del pueblo wayuu
El sexo femenino
es relacionado comúnmente con trabajos delicados y sutiles. En Manaure, cientos
de mujeres dedicaron su juventud a recolectar artesanalmente la sal de las charcas, con este trabajo contraponen
esta posición y reafirman que la
necesidad hace que los trabajos de fuerza
también sean de mujeres. Ángela Pushaina es una de esas mujeres wayuu, a
los ochenta años cuenta que apunta de
pala propagó la callosidad en sus manos, para poder generar su propio progreso y la de su familia.
Llegó
a Aküalu, Manaure La Guajira, por recomendaciones de otras personas, que le ofertaron un campo laboran
estable y lucrativo. Se referían a la alta ganancia por la producción de la
venta de sal, un mineral blanco que abunda en la naturaleza en forma de grandes
masas solidas o disueltas en el agua del
mar.
P. ¿Dentro de un trabajo rudo como este, como es el
papel de la mujer en esta profesión?
A. Para sacar sal
hay que tener fuerza, resistencia eso es pesado, cargábamos los sacos porque no
había máquina, sacábamos la fuerza por nosotras y por nuestras familias. La
gran mayoría éramos mujeres, y me gustaba mi trabajo, mi padre no quería que yo
trabajara porque me decía que mejor era pastorear. Mi familia me decía que porque iba lejos para
trabajar que me podían enamorar los alijunas, y perderme, yo les decía que
estaban errados. No iba en busca de novio, sino de trabajo. Les manifestaba que
yo era feliz y lo demostraba cuando llegaba a
mi casa con compras y ellos se ponían felices. Me daba felicidad verlos
contentos.
P. ¿Cómo era el proceso del intercambio de sal por
dinero?
A. La sal nos los compraban
los alijunas extranjeros, en ese
entonces nos compraban a cien pesos el saco, luego llego a mil pesos cuando deje de trabajar, tenía más valor
los billetes en esa época. Una vaca valía 100 pesos. No sé hablar español ni lo
entiendo pero eso no fue impedimento para mí. Por intuición no dejaba que me
robaran, pero tuve muchas complicaciones por no saberlo, me criticaban que
porque trabajaba si no sabía hablar español. Llegaban muchas personas a comprarnos.
P. ¿Cómo era la organización?
A. Yo era mi
propia jefe, la sal que yo sacaba era mío, no de otros, Yo contrate varias
personas que les pagaba por empacar y llenar los sacos, también les ayudaba a
ellos para que acabaran más rápido. Para que se pudieran ir temprano a
descansar. Yo dormía con una amiga que
también trabajaba conmigo porque era de mí mismo clan, trataba con todos pero más con los Pushaina,
los veía como mi familia. Me daban refugio. No teníamos límite de horas ni días
éramos libres. Cada quien sacaba su producción para cada uno.
P. ¿Usted cree que es más viable vender sal que
artesanías wayuu, que fácilmente se
puede elaborar en casa?
A. Es mejor
vender sal, porque se gana más, que
vendiendo y tejiendo mochilas, en un
momento puedo conseguir mucha plata. Vendí mochilas pero ya no veo casi, y deje
de hacerlo hace un año. Pero no es lo mismo. Nos sentimos triste porque se haya
acabado el trabajo de la charca, gracias
a eso tuve para los gastos del colegio para mis hijos, porque no vivo con el
padre de mis hijos. Muchos se beneficiaron con esta labor. Nadie quería venirse
conmigo para trabajar, preferían quedarse tejiendo o pastoreando.
P. ¿Usted que hacía con la ganancia, en que lo invirtió?
A. Compraba
animales, es la riqueza del wayuu. Eso me decía siempre mi papa, me quedo
impregnado en la mente. Presentía que se iba a acabar algún día mi trabajo, por
eso compre mis ovejos, mis rebaños para que no pudiéramos pasar necesidades,
todo eso está en mi ranchería Itaka vía Maicao a Riohacha. No podía cuidar de mis animales, necesitaba
trabajar no me podía quedar quieta, de eso vivíamos y ponía personas encargados,
vecinos. De recompensa les traía comida, ropa, utensilios y más cosas por
agradecimiento. Con la plata que me ganaba iba a Venezuela a comprar mercancías
y los vendía en Manaure. Tengo 4 hijos, 3 mujeres y 1 hombre, mis hermanas
viven en la ranchería , siempre voy a visitarlas.
P. ¿Qué pensaba sus hijos, respecto a su trabajo?
A. Nunca se
avergonzaron, a mis hijos desde niños les enseñé como se hacía, para que me
pudieran ayudar y así fue. Eso fue cuando había donde explotar la sal, les decía a mis hijos no se olviden de sus
raíces, aunque estemos en un pueblo no olvidemos lo propio, las mismas palabras
de mi padre lo transmitía a ellos. Ahora
vivo bien, mis hijos me dan todo tienen
sus profesiones gracias a mi lucha por sacarlos adelante, gracias a la sal. Soy
feliz no me arrepiento de haber hecho un trabajo para hombre.
Ángela
Pushaina, divide su historia y la del pueblo de Manaure en dos, la de su
trabajo en la charca y las diversas actividades comerciales que le tocó después
del proceso de industrialización de las charcas.
María
M. Aguilera Díaz, en el documentos de trabajo sobre
economia regional titulado salinas de manaure: tradición wayuú y modernización,
publicado por el Banco de la Republica
en el año 2003, afirma que “La explotación de la sal
marina a nivel industrial se hace en Manaure desde los años cuarenta. Allí se
produce actualmente el 65% de la sal que se consume en el país. Su
infraestructura productiva se extiende en 4 mil hectáreas con una capacidad
para producir un millón de toneladas al año, pero se utiliza sólo en el 35% de
esa capacidad productiva“.
El testimonio
de Ángela Pushaina es el eco de la
satisfacción de haber vivido y aprovechado la oportunidad de oro que la
naturaleza le ofreció a los wayuu. La
era de la sal, esa época cuando los
wayuu sin cédula, sin español, sin autoridades
y sin jefes podían recolectar y
comercializar libremente el preciado
material blanco que brota de las aguas del mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario