El Pasito, un cuadro vívido de unidad familiar y conexión con la tierra
No es solamente un territorio, es un legado.
15 de agosto 2025 en el corazón de La Guajira, donde el sol besa la tierra y el viento cuenta historias ancestrales, existe un lugar llamado El Pasito, ubicado en el distrito de Riohacha, un territorio que guarda en su memoria la clave de la unidad wayuu, un espacio que ha sido el escenario de la cuarta sesión de la escuela de comunicación wayuu, donde se abordó la temática de la organización social del pueblo wayuu. Este evento sitúa la rica historia y la resiliente estructura social de una comunidad profundamente arraigada en sus tradiciones ancestrales, pero que a su vez ha sabido adaptarse a los cambios del tiempo, el relato de sus habitantes pinta un cuadro vívido de cómo la unidad familiar, el respeto mutuo y la conexión con la tierra han sido pilares fundamentales para su supervivencia y desarrollo.
Orígenes y Asentamiento: La Llegada de los Pioneros
La historia de El Pasito se remonta a muchos años atrás, cuando personas provenientes del norte de La Guajira iniciaron un proceso de transhumancia-onowa, buscando el buen vivir para sus animales, en aquel entonces el territorio de Pasito estaba deshabitado, sin asentamientos permanentes ni casas. El primer poblador destacado fue José Santiago Cotes Cúrvelo, un Wayuu del eirruku apushana, conocido en la comunidad por su oficio de destilador de chirrinchi, una bebida alcohólica tradicional.
José Santiago se enamoró de María Dominga, una mujer Ipuana, descendiente del territorio de Jurrula en Jalala, reconocida por su habilidad en la elaboración de cerámica wayuu en su territorio, fue esta pareja pionera la que sentó las bases de la comunidad actual, tuvieron ocho hijos, cinco hombres y tres mujeres, aunque lamentablemente una de ellas falleció.
Sustento y Supervivencia
En sus inicios, la familia de José Santiago y María Dominga se sustentaba de las actividades económicas que ambos desarrollaban, María Dominga poseía una cantidad considerable de cabras, y la leche de sus animales era vendida en la ciudad de Riohacha, proporcionando el sustento para sus hijos, por su parte José Santiago como se le conocía continuó con la venta de chirrinchi.
La educación era un bien preciado que requería un pago para acceder a ella, ante esta realidad, los padres hicieron un gran esfuerzo para asegurar que sus hijos tuvieran oportunidades de estudio y progreso, la situación económica en esa época era favorable, caracterizada por la siembra, la abundancia de animales y la comercialización de leche, además de la disponibilidad de comida típica wayuu.
La sequía en Jalala, territorio ancestral de María Dominga, la motivó a buscar refugio en El Pasito junto a su madre. Esta migración atrajo también a sus tíos, quienes se enamoraron, se casaron y se establecieron en la comunidad, fortaleciendo así los lazos familiares y el crecimiento poblacional.
Liderazgo y Legado: La Continuidad de la Autoridad Familiar
Entre los ocho hermanos, José Vicente Cotes Ipuana, asumió el rol de ser autoridad en El Pasito hasta la actualidad que es un legado de su padre, un territorio heredado a la familia Ipuana, hijos de José Santiago Cotes quienes actualmente están asentados allí, tienen su propio cementerio, consolidando así su arraigo permanente en la tierra,
La familia también cuenta con un Jagüey llamado Redondo, este reservorio de agua es permanente, no se seca, y anteriormente la comunidad vivían de la siembra, Esta conexión con la tierra y sus recursos se mantiene reafirmando su compromiso de no abandonar el territorio. “Es un legado que nos dejó nuestro padre, que pase lo que pase, siempre vamos a estar aquí en unidad, igualdad y armonía con nuestro achonlu-hijos paternos, así como lo hizo nuestro padre”, expresó José Vicente Cotes, subrayando la importancia de la continuidad del legado familiar.
Desde la perspectiva Wayuu, la organización social en Pasito es fundamental, abarcando desde las prácticas ancestrales hasta la actualidad. Si bien el tiempo ha traído cambios significativos, como la disminución de la siembra y la cantidad de animales, la comunidad ha sabido adaptarse. Actualmente El Pasito alberga a 782 personas, incluyendo a los achonlu, nietos y a todos los miembros de la familia, la unión , la armonía y el trabajo comunitario, heredados de generación en generación, siguen siendo los pilares de su organización social el respeto mutuo es un valor intrínseco a su convivencia. En la actualidad, El Pasito cuenta con una institución educativa y ha sido receptor de diversos proyectos, a los cuales la comunidad siempre ha abierto sus puertas, demostrando su disposición a avanzar y mejorar.
El Vínculo con la Tierra de Origen
María de las Nieves Cotes Ipuana, hermana mayor de José Vicente, comparte con una mezcla de nostalgia y determinación sus sentimientos sobre su pertenencia a Pasito, nacida en esta comunidad, pero recientemente visitó Jurrula, el territorio de origen de sus bisabuelos y donde su madre elaboraba cerámica, al ver ese lugar, sintió una profunda conexión, pero también la distancia del tiempo.
Sus hijos expresaron el deseo de conocer ese territorio, pero María de las Nieves considera que, al ser una persona mayor y habiendo fallecido su madre y tíos en El Pasito, es mejor que permanezcan allí. “Quedaremos acá para que voy a llevar mis hijos para un territorio que hace años no estamos allá y después las personas que hoy en día están allá les dirá mis nietos que no tienen territorio”, reflexiona su decisión de permanecer en El Pasito refuerza la idea de que el lugar de nacimiento y crecimiento, forjado en unidad, es su verdadero hogar.
La Voz de los hijos paternos Achonlu
Nubia Cotes Pushaina, una achonlu (hija paterna), también comparte sus experiencias, ella nació y creció allí junto a su familia paterna, quienes siempre han sido un apoyo constante en los momentos importantes de su vida, Reconoce la importancia de su territorio materno, pero su sentimiento de pertenencia es fuerte en El Pasito.
“Creo que en este territorio nos quedaremos porque nacimos acá”, afirma Nubia. A pesar de las problemáticas que han afectado a otras comunidades Wayuu, han logrado vivir en unión y paz trabajando mutuamente. Su mensaje para sus hijos es claro: que sigan el legado de sus ancestros y abuelos, que identifiquen a su familia tanto por el lado materno como paterno y que a pesar de estar en un centro etnoeducativo, mantengan siempre la esencia de ser Wayuu.
La comunidad de Pasito es un testimonio vivo de la fuerza de la organización social Wayuu, donde la historia, la tradición y la adaptación se entrelazan. El legado de José Santiago Cotes y María Dominga perdura en la unidad familiar, el respeto por la tierra y la constante búsqueda del buen vivir, la historia de Pasito es una lección de resiliencia y de cómo las comunidades pueden prosperar al honrar sus raíces mientras abrazan el futuro.
Escrito por Francheska Gómez Escuelante de la escuela de Comunicación Wayuu Jayariyu Farías Montiel
#Wayuu #Comunicaciónpropia
#EscuelaDeComunicaciónSocialWayuu # Elpasito
No hay comentarios:
Publicar un comentario