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miércoles, 13 de noviembre de 2024
Kanasü, un legado ancestral que se fortalece en Waimpiralen.
Kanasü, un legado ancestral que se fortalece en Waimpiralen.
Texto: Francheska Gómez.
Yeni Palmar, mujer wayuu del Eirruku Ipuana, refleja una historia de transformación profunda y conmovedora, su relación con el arte del tejido de mochilas wayuu es un viaje que comienzan en su adolescencia cuando el desinterés le hacían ver esta práctica como una labor simple de la cotidianidad wayuu y que ella no quería realizar.
Su herencia se dibuja en las destrezas de sus manos y en las historias que sus ancestros han tejido a lo largo de generaciones. Es hija de Francia Palmar, nieta de María Úrsula y Olimpia Ipuana mujeres artífices de Jálala una familia que han construido un prestigio dentro de su territorio con sus famosos tejidos. También es hija de Juan Bautista Gómez hermanos de unos reconocidos putchipü, los renombrados Antonio Chay Gómez y Aginal Tiller, hombres curtidos en la palabra y en la resolución de conflictos a través de la ley wayuu.
En el corazón del corregimiento de Jonjoncito más conocido como Jálala municipio de Uribía, un lugar donde el viento acaricia la tierra árida y el sol pinta de dorado cada rincón, se encuentra la comunidad de Waimpiralen, donde los colores del ambiente se entrelazan con el tejido ancestral, allí vive Yeni, quien inicialmente mostraba apatía por las labores encomendadas por sus mayores, su abuela desconocía que aquella adolescente realmente poseía y había aprendido las destrezas en cuanto al arte del tejido, recuerda con una mezcla de nostalgia y risas aquellos días en el que el tejido le parecía una carga mas no un regalo, “Cuando era niña no quería saber nada de hacer mochila, pero si era algo que sabía desde pequeña“, comenta mientras esta en un círculo de palabra donde el sol se filtra y resalta los colores del tejido que veía a su alrededor.
Sin embargo, el destino tiene maneras curiosas de guiarnos a lo que realmente somos, con el paso del tiempo ella comenzó a ver el tejido no solo como una tarea, si no como una expresión artística, los colores y trazados geométricos escritos en las mochilas que antes le eran ajenos, comenzaron a hablarle, cada hilo se convirtió en un medio para contar su propia historia y la de sus antepasados.
Hoy, con cada mochila que crea, no solo revive las enseñanzas de sus ancestros, también entrelazan su propia narrativa, sus manos antes reacias al trabajo del tejido, ahora danzan con gracias sobre ella, creando patrones que son reflejos de su vida y sus sueños, cada diseño es un eco de la leyenda wayuu que escuchó de niña, un homenaje a la riqueza cultural que lleva siempre, en cada arte se siente la conexión de sus ancestros con relatos que fluyen como ríos en su memoria.
Su pasión ha florecido como un cactus en medio del desierto, fuerte y vibrante, sus mochilas creadas son ahora reconocidas no solo por su belleza estética sino también por la historia que ha vivido a lo largo de su trayectoria, afirma en medio de una conversación.
“Cada mujer tiene sus aprendizajes en cada arte y existe varios tipos de kattoui (mochilas wayuu),como por ejemplo piula que consiste en una malla utilizada para cargar o guardar alimentos tejida con los dedos, también está el asonuushi, es una de las mochilas tejidas por hombres; se puede mencionar además la kapaterra, una mochila que no tiene base solo tiene un cuerpo alargado tejido como un cilindro con dos bocas, cuyos bordes rematan en una serie de ojales grandes por donde pasan los cordones del cierre”.
Actualmente Yeni es reconocida en Waimpiralen no solo por sus espectaculares mochilas, sino también por su dedicación a enseñar a las nuevas generaciones este arte ancestral, ha creado talleres en la comunidad en compañía de su hermana menor Olimpia Palmar, donde comparten conocimientos con mujeres y jóvenes dentro del territorio, fomentando un sentido de pertenencia y orgullo cultural para descubrir la belleza y el significado de esta tradición heredada; ha participado en ferias artesanales y exposiciones donde muestra no solo sus creaciones, sino también el proceso detrás del tejido, en cada evento comparten anécdotas sobre su vida y las enseñanzas que ha recibido de sus antepasados, con cada mochila elaborada siente que está tejiendo un puente entre su cultura ancestral y el mundo actual.
A medida que avanza en su camino artesanal, sigue siendo una embajadora del tejido wayuu, su compromiso con su cultura y deseo de compartirla son un referente de preservación cultural para muchos, con cada hilo que entrelaza, no solo crea hermosura, también teje una historia y significado el cual nos enseña que el verdadero arte no solo reside en lo que hacemos, si no en cómo lo hacemos resonar desde lo más profundo de nuestra alma y nuestras raíces para las futuras generaciones.
En el oscurecer dorado de Waimpiralen donde los ecos del pasado entrelazan con las esperanzas del futuro, Yeni Palmar emerge con una figura emblemática del renacer cultural, su viaje, marcado por la resistencia y la redención es un testimonio del poder transformador del arte, su telar se convierte en un portal hacia un mundo donde la identidad florece, donde cada diseño cuenta una historia y cada color refleja un sentimiento profundo.
AGREGADOS
Según información de EFE citado por Infobae, las redes que se dedican a vender mochilas las compran alas wayuu por 25.000 o 30.000 pesos (entre 6,5 y 7,5 dólares), cuando los hilos “ya por si solos casi cuestan eso, pero a ellos no le importan “. Luego las venden por 80.000 pesos (unos 20 dólares) y dependiendo de la ciudad, hasta por 300.000 pesos (unos 75 dólares).
Un joven wayuu que expresa su cultura a través de la Danza.
Un joven wayuu que expresa su cultura a través de la Danza.
Se siente una brisa suave, los rayos del sol apenas empezaban a salir, sentados bajo una enramada de palma, en la ranchería de Media Luna Jawou zona rural de la capital indígena de Colombia, Uribia.
Con el aroma del café surge una conmovedora conversación desde la profunda memoria del joven Jackson Montiel, cuenta como eran sus vivencias con sus seres queridos, con una voz un poco ronca, de pronto por el hecho de mencionar a su madre quien falleció hace dos años, y revivir esos momentos junto a sus hermanos y amigos de infancia que no volverán.
Los recuerdos de Jackson lo llevaron a la Guajira venezolana corregimiento de Castillete, en donde vivió su infancia y una parte de su juventud, respiró lentamente mientas mencionaba que a su corta edad se apasionaba por la danza tradicional llamada yonna, su mirada era un reflejo de su alma orgullosa, su pasado resurgió nuevamente, describía con exactitud sus emociones cuando en ese entonces veía a las personas practicar la yonna, sus palabras como puente que unía el pasado con el presente, acomodándose en su silla y frotando un poco las manos y dijo que soñaba con algún día demostrar esa expresión artística, el sonido de la kasha lo transportaba a ese mundo wayuu, al mismo tiempo nacía en él un sentimiento que lo conectaba al territorio.
En medio de esta conversa, alguien que estaba a su lado escuchando sobre su vida, le surgió una curiosidad por saber sobre la vida de su madre, el joven radiante de orgullo comenta que la mujer que le dió la vida se llamaba Elsa Fernández, artista wayuu, una mujer de mucho prestigio por sus laboriosos trabajos del arte del tejido, chinchorro patuuwasu o sencillos, y mochilas enhebradas de atractivos colores, su memoria, sus emociones quedaban plasmadas en cada hilada que desprendían de sus manos.
Ya el amanecer había desaparecido, la luz del sol ya era más fuerte, el ambiente un poco mas cálido, alguien dijo “vengan a desayunar” tuvimos que hacer una pausa para poder ingerir los alimentos, luego unos invitados llegaron, desde esos momentos después de los saludos comenzó un conversatorio, hasta que llegó la oportunidad de poder continuar, nos retiramos a un espacio solitario.
Jackson nuevamente empezó a relatar su vivencia junto con sus padres y hermanos, disfrutando el sonidos de unos pájaros que danzaban cerca, con alegría y una sonrisa comentó desde los nueve años de edad se integraba a los eventos culturales que se realizaba en la comunidad Laguna del Pájaro (uleri) en conmemoración del día de la resistencia indígena, sin imaginar que hoy en día tendría un grupo cultural que llevaría como nombre “Se’eru’u Kashi”, donde promueve y fortalece las manifestaciones culturales.
Ya convertido en un joven después de culminar sus estudios de bachillerato, ingresó a la Universidad del Zulia para cursar estudios de medicina, siguió su recorrido, asistiendo a espacios de diálogos como círculos de la palabra, explorando más escenarios del pueblo wayuu.
Jackson expresaba con palabras que le salían desde el alma como se sentía al pisar un pioüi, “yo al momento de danzar miro firmemente a mi aldedor, con mis manos tomo un poco de la tierra, como agradecimiento hacia la naturaleza y entregar mi alma al recorrido que han hecho mis ancestros, y al gritar “wasee!” se siente una energía que me impulsa en danzar”
Con los colores del atardecer, los últimos rayos de sol entre los trupillos, y los cactus que decoran y daban vida a la comunidad de Media Luna Jawou, nuestro protagonista hizo gala de sus destrezas a través de los niños y niñas de su grupo cultural, a los que instruye como dancistas con una pequeña demostración de lo que han aprendido de las formaciones que reciben.
El pioüi, un espacio abierto, preparado para ser recorrido, bajo el cielo un poco nublado, un jimai con su she’inpala cargaba con fuerza la kasha y hace el primer toque: “param-param”, al instante sale otro joven y con voz de autoridad dice ¡wasee!” en señal de invitación a la majayut la cual abre los brazos con firmeza y su kialaja rojo que llegaba hasta el suelo , sus pies adornados con kakuna ishou se entrecruzaban con destreza y al mismo tiempo dando pequeños brincos, con elegancia daba giros al momento de comenzar su recorrido por el pioüi, ese color rojo reflejando fortaleza mental y espiritual.
La danza fluía al compa de la kasha niñas y los niños bailaban alrededor del pioüi, un poco cansados, la respiración agitada de las danzantes, con sus movimientos en forma espiral, hilaban energías, compaginaban pensamientos, sus brazos imitaban movimientos que desde otro pensar puede resultar insignificante confirma que como wayuu unen historias.